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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Desde que entró en San Ginés, corrió hacia ella Estupiñá como perro de presa que embiste, y le dijo frotándose las manos: «Llegaron las ostras gallegas. ¡Buen susto me ha dado el salmón! Anoche no he dormido. Pero con seguridad le tenemos. Viene en el tren de hoy».

La sequía, cruel calamidad de las llanuras andaluzas, les hacía discurrir tardes enteras; y cuando, después de largas semanas de expectación, el cielo encapotado soltaba algunas gotas gruesas y calientes, los grandes señores campesinos sonreían gozosos, frotándose las manos, y el marqués decía sentenciosamente, mirando los anchos redondeles que mojaban la acera: ¡La gloria e Dió!... Ca gota de esas es una monea de sinco duros.

Ya no hay salvación afirmó él quitándose los lentes y frotándose los ojos, cansados de tanto escribir . Estamos perdidos. ¿Eh?, ¿qué tal? ¿Tengo buenos abogados? dijo Guillermina recogiendo su papel.

Facilillo era compaginar la lozanía de la señora de Rubín con su desgracia. ¿Y cómo evitar que del indicio de aquellas apretadas carnes y de aquel color admirable indujeran los parientes la certeza de una vida regalona, alegre y descuidada?... Uno rato estuvo mi hombre discurriendo cómo probar que no es cosa del otro jueves que las personas afligidas engorden, y aún no había logrado construir su plan lógico, cuando llegó Juan Pablo, frotándose las manos, y dejando ver en su cara la satisfacción íntima que el simple hecho de entrar en el café le producía.

Y Alcaparrón reía como un mono, frotándose las manos al hablar del saqueo, halagado en sus atávicos instintos de raza. Un antiguo gañán de Matanzuela le recordó a su prima Mari-Cruz. Si eres hombre, Alcaparrón, esta noche podrás vengarte. Toma esta hoz y se la metes en el vientre al granuja de don Luis. El gitano rehusó la mortífera herramienta, huyendo del grupo para ocultar sus lágrimas.

Otro hombre hubiera dicho, frotándose las manos de alegría: Bastardo ó no, soy hijo de un gran señor, y tengo una gran renta; las dos célebres hermosuras de la corte y del teatro me aman; la una será mi mujer, la otra será mi querida.

Durante algunos minutos permaneció don Pablo con el oído en el aparato, prorrumpiendo en alegres exclamaciones, como si le satisfaciese lo que le decían. Cuando volvió hacia Montenegro, ya no parecía acordarse de lo que motivaba la visita de éste. ¡Van a entrar, Fermín! exclamó frotándose los manos. Me dicen de parte del alcalde, que los de Caulina comienzan a dirigirse hacia la ciudad.

Anunciado por un suspiro, reapareció en la persona de D. José el conocimiento de mismo. Abrió el viejo los ojos, suspiró más, y al ver a Isidora y hacerse cargo de su situación, se avergonzó un poco. «Ya me ha pasado dijo frotándose la frente con la palma de la mano . ¿Ha sido breve?... ¿He dicho muchos disparates?... No me riñas, no me riñas. ¿Pero qué es eso? Nada, nada.

No se rompe fácilmente con tres años de dicha: no se dice frotándose las manos: ¡Loado sea Dios! ¡mi hijo es el hijo de una intrigante! El conde experimentaba, pues, un malestar moral, una inquietud sorda que contrariaba su pasión naciente. Temía confesarse a mismo; se detenía ante su corazón como ante una carta que no nos atrevemos a abrir.

Despertó cuando ya era de día. Al encontrarse vestido, se acordó, y tratándose mentalmente de marmota y leño, pensó si ya estaría en el mundo el nuevo Moscoso. Bajó apresurado, frotándose los párpados, medio aturdido aún. En la antesala de la cocina se dio de manos a boca con Máximo Juncal, el médico de Cebre, con bufanda de lana gris arrollada al cuello, chaquetón de paño pardo, botas y espuelas.

Palabra del Dia

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