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Actualizado: 29 de junio de 2025
La severidad del rector se deshizo entonces en una alegre carcajada, y una gritería inmensa acogió la proclamación del indulto, mientras las gorras subían por lo alto en alas del entusiasmo, y los reos perdonados y el intercesor generoso eran llevados en triunfo con cariñosa fraternidad.
Tomar, de rodillas, su manó, besar esa mano que había tejido la virginal corona, eso era lo único que podía hacer. ¿Pero le bastaría con eso? ¿No lo ahogarían, en el momento dado, todas las ideas que se agitaban en su mente? ¿Y a la inspiración de amor puro que la había conducido a aquella tumba iba a contestar con la confesión de un amor exigente, de un amor agresivo? ¿No era verdad que ya en ese momento la quería para sí, toda para sí, desde que sabía que era suya en la fraternidad de ultratumba? ¿De manera que había sido inútil la fuga? ¿Qué habría debido hacer, entonces?...
Eran señoritos de Cádiz, acostumbrados a la vida fácil y placentera de un gran puerto; caballeros de Jerez, dueños de cortijos, hombres de pelo en pecho, grandes jinetes, expertos en las armas e incansables corredores de juergas: hasta curas entraban en el movimiento, afirmando que Jesús fue el primer republicano y que al morir en la cruz dijo algo así como «Libertad, Igualdad y Fraternidad».
El ferrocarril ha espiritualizado y cristianizado el mundo, como el navío-vapor, el telégrafo y el diario, porque ha fundado la ubiquidad del sér, la fraternidad ó mancomunidad de los intereses, y la omnipotencia del espíritu sobre la materia.
El sentimiento y la creencia de la fraternidad y de la igualdad humanas están más hondamente arraigados y grabados en el corazón y en la mente de los pueblos del Mediodía de Europa que en el corazón y en la mente de los pueblos del Norte.
Los pasajeros, esparcidos por el paseo, comentaban las fiestas del día siguiente. Una repentina fraternidad los aproximaba a todos. Veníanse abajo las últimas diferencias sociales y patrióticas que los habían mantenido apartados en fracciones indiferentes u hostiles. Se notaba el deseo de comunicación y mezcolanza que remueve a todo un pueblo en vísperas de un acontecimiento nacional.
A uno de ellos recordaba haberlo esperado en una estación, cerca de Córdoba, para pedirle un socorro cuando pasaba en el tren con su cuadrilla. Aquella tarde pudo comer gracias a la fraternidad generosa que existe entre la gente de coleta, y que impulsa a un espada de lujo principesco a alargar un duro y un cigarro al pilluelo astroso que da sus primeros capeos.
Esta viga, cargada de hombres, no permaneció ni diez minutos fuera del agua; pero durante esos diez minutos ¡qué drama más terrible!... Al final no quedaron más que dos sobre el palo, dos hermanos, según creo, gente piadosa y juiciosa; pero el instinto vital se sobrepuso a la fraternidad; cuando eran niños ¡oh! se amaban mucho.
El patriarca se colocaba la mano sobre el pecho, se la llevaba a la boca con sincerísima complacencia, mientras el disputador, tieso y serio, inclinaba de vez en cuando lentamente la cabeza en señal de aprobación. Por fin, la oradora acabó su discurso entregando el ramo al patriarca y gritando: «¡Ciudadanos delegados, salud y fraternidad!».
Tenía los ojos hinchados por una humedad lacrimosa que hacía brillar sus córneas. Juraba entre dientes, protestando contra la próxima separación... ¡No verse más, después de tantos años de fraternidad!... ¡Cristo!... El capitán tuvo miedo también á que saltasen sus lágrimas, y le ordenó que fuese á hacer las cuentas de los hombres á bordo.
Palabra del Dia
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