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Actualizado: 27 de junio de 2025


Había también en su interior una tira más pequeña de papel de arroz con dos caracteres exóticos, trazados con tinta china, en los que reconocí inmediatamente la tarjeta de visita de Hop-Sing. La traducción de todo aquello era la siguiente: «Las puertas de mi casa no están cerradas para el forastero; el jarrón de arroz está a la izquierda y los dulces a la derecha de la entrada.

Y de allí zarpó la magnífica armada de dieciocho bajeles, tan poderosos y bien artillados que, como dice Gil Vicente en su auto, no podían menos de hacer temblar al turco. A poco de la partida de la Infanta doña Beatriz, la corte se fue a Cintra, deliciosa residencia de verano. Morsamor, como gran forastero, siguió a la corte, acompañado de su doncel Tiburcio.

Chocó al forastero que el décimo, en lugar de seguir el camino de los anteriores, cayese en un rincón de la bodega, que se había aseado antes con el mayor esmero; y preguntado á don Silvestre, supo que aquel garrote de panojas, tal vez el más repleto de todos y el de las más gordas, era el primero del diezmo que pagaba á la Iglesia de Dios.

Había dejado en esta ocasión la espada negra un mozo de Montilla, bravo aporreador, quedando en el puesto otro de los Pedroches, no menos bizarro campeón, y arrojándose, entre otros que la fueron a tomar muy apriesa, don Cleofás la levantó primero que todos, admirando la resolución de el forastero, que en el ademán les pareció castellano, y dando a su camarada la capa y la espada, como es costumbre, puso bizarramente las plantas en la palestra.

Su esposa invitó al joven forastero a sentarse en el puesto vecino al de Cecilia. Pero ésta se había pasado al otro extremo de la mesa, y allí se disponía a sentarse. ¿Qué haces, chica? ¿Por qué no vienes a tu sitio? le preguntó doña Paula con sorpresa. La joven se levantó sin contestar, ruborizada, y vino a sentarse al lado de su novio.

Por aquel tiempo andaba aún la cosa pública ... á la moda de entonces, y de nada se extraño el forastero, sino del cuidado y escrupulosidad con que don Silvestre cumplía el mandato número cinco de los de la Iglesia.

El aldeano bajó la cabeza, volvió á cambiar de postura, y sin cesar de mirar al sombrero, continuó, al cabo de un rato y tartamudeando: Yo, señor, pa decirlo de una vez ... porque ello es justo, ¡canario!, justo como la ley de Dios, vengo á que usté me pague, ó á que nombre por su cuenta el tasador. El forastero dió un salto en la silla.

Los civiles sólo sirven para los cobardes. La sonrisa despectiva y el encogimiento de hombros con que le contestó Febrer devolvieron al muchacho su aspecto alegre. Ya me lo figuraba yo: eso no se usa en la isla. ¡Pero como usted es forastero!... Hace usted bien: cada hombre debe defenderse él mismo; para eso es hombre; y en caso apurado, buscar a los amigos.

Soy forastero: He venido al alcázar á ver á mi tío, y al salir me he perdido. ¿Y quién es vuestro tío? El cocinero mayor del rey. ¡Ah!¿sois sobrino del cocinero mayor? repuso la dama, cuya voz estaba alterada por una conmoción profunda ; comprendo: venís de las cocinas. Así es, señora contestó el joven , que contrariado y confuso por su torpeza, tenía la vista fija en el suelo.

Mientras el viudo visita el sepulcro de su difunta consorte, se presenta á sus hijas un Príncipe disfrazado, que se llama Rosbel: se hace pasar por tocador de gaita gallega, rogándoles que intercedan con su padre para que lo tome á su servicio. El viudo vuelve en seguida y sujeta al forastero á un examen rigoroso por infundirle algunas sospechas; pero al fin lo recibe por su criado.

Palabra del Dia

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