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Actualizado: 27 de junio de 2025


Y ahora, repentinamente, después de la dulce flojedad de diez años de triunfo, con la rienda á la espalda y el amo á los pies, venía el cruel tirón, la vuelta á otros tiempos, el encontrar amargo el pan y el vino más áspero pensando en el maldito semestre, y todo por culpa de un forastero, de un piojoso que ni siquiera había nacido en la huerta, descolgándose entre ellos para embrollar su negocio y hacerles más difícil la vida. ¿Y aún vivía ese tunante? ¿Es que en la huerta no quedaban hombres?...

Los dos hombres eran intrépidos; ambos de sangre fría e independientes, y ambos tipos de una civilización que en el siglo XVII hubiera sido llamada heroica, y en el siglo XIX sólo despreocupada. ¿Qué llevas? muestra el juego dijo Tennessee con tranquilidad. Dos triunfos y un as contestó el forastero con la misma sangre fría, enseñando dos revólveres y un cuchillo. Paso repuso Tennessee.

Lo cierto es que, apenas el primo se sentó a platicar con don Manuel, cada niña se escurrió bonitamente, ya a arreglar su tocado, ya a prevenir alojamiento al forastero y platos selectos para la mesa. Se convino en que el primo se quedaba hospedado allí, y se envió por la maleta a la posada. Fue la comida alegre en extremo.

Jaime comenzó a revolverse en su asiento. ¡Molestarla así, en su presencia, aquel rústico!... Una carcajada más fuerte e insolente de aquellos jóvenes atrajo de nuevo su atención hacia los versos. El cantor se burlaba de la atlota que para ser señora quería casarse con un pobre arruinado, sin casa y sin familia; un forastero que no tenía tierras que cultivar...

Recordaba ahora que estando paseando, tres meses hace, con un amigo, llegó a saludarle un forastero; y al separarse éste de nosotros, supe que era un primo tercero de la cuñada de un amigo del regente. Pues tenemos cuanto nos hace falta. ¿Para qué, don Celso? Ya lo verá usted.

Era un mozo forastero de muy regular presencia, y hacía poco que en le pago andaba dando sus güeltas. Asiguran algunos que venía de la frontera; que había pelao a un pulpero en las últimas carreras; pero andaba despilcho, no traia una prenda güena: un recadito cantor daba fe de sus pobrezas.

Decidido, pues, al lance, resolvió llevarle a cabo enseguida. Supuso además que el conde, forastero y vicioso jugador, sería muy posible que estuviese aún en el casino hecho un tahúr, a pesar de lo avanzado de la noche, y D. Luis se fue derecho al casino. El casino permanecía abierto, pero las luces del patio y de los salones estaban casi todas apagadas. Sólo en un salón había luz.

Así que llegaba un forastero a Lancia, D. Cristóbal no sosegaba hasta trabar conocimiento con él, y acto continuo le invitaba a tomar café en su casa y le llevaba al teatro a su palco y a merendar al campo y le acompañaba a ver las reliquias de la catedral y la torre y el gabinete de historia natural; todas las curiosidades, en fin, que encerraba la población.

Esto suplica a V. S. Muy Ilustre la humildad de un forastero, que a beneficio de honras y favores no merecidos, se reconoce gustoso con obligación de paisano.

La llegada de un forastero, con especialidad si el forastero gasta levita y colmena, esto es, sombrero de copa alta, es siempre un acontecimiento extraordinario en todo lugar de tierra adentro en Andalucía. La curiosidad se excita vivamente, y no hay nadie que no pregunte: «¿A qué habrá venido por aquí este señor?». Esto preguntaban los villafrianos o villafriescos apenas vieron a D. Gregorio.

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