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Actualizado: 25 de junio de 2025
Hay que leer a la vez lo que dice de los sacrificios de los indios el soldado español Bernal Díaz, y lo que dice el sacerdote Bartolomé de las Casas. Ese es un nombre que se ha de llevar en el corazón, como el de un hermano. Bartolomé de las Casas era feo y flaco, de hablar confuso y precipitado, y de mucha nariz; pero se le veía en el fuego limpio de los ojos el alma sublime.
Chimbe es un punto del camino donde se levantan dos o tres casas, en una de las cuales hay algo a manera de hostería, en la que, después de un largo parlamento con la dueña, se obtiene un almuerzo compuesto de un caldo con papas, las papas duras y el caldo flaco, seguido por un trozo de carne salada, el trozo chico y la carne paquidérmica. Es otra de las regiones privilegiadas para el café.
Eran las ocho de la noche y entraban los primeros concurrentes. No me hable usted de la juventud, señor don Ramón, la juventud del día no sirve para nada decía a mi tío un caballero flaco, de cuarenta años largos, con una fisonomía garabateada por la barba y las arrugas del cutis. Tiene razón, doctor, los jóvenes no sirven para nada.
Sé, que tal es el lado flaco de todas las mujeres, me dijo el cura con su bondadosa sonrisa; pero no es bueno abusar, Reina. Por otra parte el trato social te enseñará a equilibrar tus sentimientos, sin contar con que tu tío te sabrá guiar bien. ¡Qué cosa hermosa debe ser la sociedad, señor cura! Estoy cierta de que agradaré, siendo tan linda...
¡Mal ingenio te acabe!, decía yo entre mí, cuando vi un mozo medio espíritu y tan flaco, con un plato de carne en las manos que parecía que la había quitado de sí mismo. No hay perdiz para mí que se le iguale. Coman, que me huelgo de verlos comer.
En esta baja tierra, encerrado nuestro espíritu en este cuerpo mortal y flaco, y asistido y servido por sus órganos durante breve tiempo, que huye para nunca volver, Fray Miguel entendía que era menester conquistar el respeto, la nombradía y el valor y el mérito que por toda una eternidad hemos de poseer, siendo por ello remunerados o castigados, glorificados o despreciados.
En esta cuestión estaban, cuando llamó a la puerta don Braulio, y entró luego en el cuarto, interrumpiendo a las dos hermanas. El hombre era según se le habían descrito al Conde de Alhedín: flaco, calvo, pequeño de cuerpo, nada bonito; y, aunque sólo tenía cuarenta y cinco años, parecía tener diez más, porque el trabajo, los cuidados y los disgustos le habían envejecido.
Camacho clamaba: Tal fama de rico me distéis al describir mis bodas, que no hay en veinte leguas a la redonda pobre que no me pida... Y si le doy mucho, no me lo aprecia; si poco, se retira descontento; si nada, me acusa de tacañería y maldad... ¡Flaco servicio os debo, señor de Cervantes!
¡Ah, señor! ¡Ah, señor!... exclamaba la mujer, juntando las manos, el flaco rostro surcado por ardientes lágrimas. ¡Quiero verla!... ¡Verla una vez más!... ¡Mi patrona... mi buena patrona! ¡Ah, señor, verla!... Era Julia, que en ese momento volvía de la ciudad. Bajita y delgada, algo entrada en años, parecía anonadada por la angustia.
Quizás influyeran en los ánimos las alegres casas del pueblo de Pasig, las copitas de Jerez que habían tomado para prepararse ó acaso la perspectiva de un buen almuerzo; sea una cosa ú otra el caso es que reían y bromeaban incluso el franciscano flaco, aunque sin hacer mucho ruido: sus risas parecían muecas de moribundo. ¡Malos tiempos, malos tiempos! decía riendo el P. Sibyla.
Palabra del Dia
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