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Actualizado: 25 de junio de 2025
Y despues que cesò la furia y viento, (Habiendo ya su término corrido) La gente alborotada, del tormento Temor y desconsuelo padecido, Decia con un ronco y flaco aliento, "Si habemos del peligro ya salido." Allì muchas promesas publicaron, Que en el temor pasado
El franciscano flaco que comprendía la sonrisa del dominico quiso cortar la disputa interviniendo. Debían respetarle sin duda porque con una señal de la mano cortó la palabra á ambos en el momento en que el fraile-artillero hablaba de experiencia y el escritor-fraile de hombres de ciencia.
Catorce cruces iguales a la que cerca de Stein estaba, se seguían de distancia en distancia, hasta la última, que se alzaba en medio de la plaza haciendo frente a la iglesia. Era esto la via crucis. Momo volvió, pero no volvía solo. Venía en su compañía un señor de edad, alto, seco, flaco y tieso como un cirio.
Pero los encomenderos podían más que él, porque tenían el gobierno de su lado; y le componían cantares en que le decían traidor y español malo; y le daban de noche músicas de cencerro, y le disparaban arcabuces a la puerta para ponerlo en temor, y le rodeaban el convento armados, todos armados, contra un viejo flaco y solo.
Este era justamente el flaco de la mayor parte de los poetas anteriores, aunque, por fortuna, también á veces, hubieran llegado á una composición perfecta de sus obras y que satisficiera al inteligente.
Mis cabellos están blancos y rígidos, mi piel árida y arrugada, mi boca contraída. Y luego estoy flaco, muy flaco. Debajo de mi piel, que me viene muy ancha, se pueden contar mis ligamentos y mis arterias. ¡Ah! sin duda estoy loco... ¡loco! ¡Bah! no hay que afligirse por eso.
Celestina, desesperada, se acercó al lecho de su padre, lloró otra vez, de rodillas, con la cabeza hundida en el flaco jergón, mientras don Santos repetía con voz pausada, débil, que tenía una majestad especial, compuesta de dolor, locura, abyección y miseria: ¡Mojigata, sal de mi presencia!
Velázquez alzó los hombros y le respondió con el mismo desenfado. El vino hizo al cabo su tarea. Poco á poco los rostros se fueron animando y las lenguas se desataron, produciendo un gracioso oleaje de chistes y agudezas. Quien hizo mayor gasto, como siempre, fué Antoñico. Estaba más flaco que antes y descolorido; apenas comía. Sus amigos le embromaban por esta falta de apetito.
El Chucro preguntó entonces a la Pepa: ¿Está ya el asado? La Pepa repuso: Todavía no. Dentro de un momento estará... Al oír esta respuesta, el Chucro intimó a Peñálvez: Apúrate, así te entierro antes de que esté el asado. Y Peñálvez se apuró... El Chucro le añadió en seguida, riéndose sonoramente por primera vez: Como sos flaco, basta una zanja larga...
Era un hombre de cara larga, bigote y perilla, flaco, serio, bilioso, con los ojos mortecinos y fatigados, muy exacto en el cumplimiento de sus deberes y aficionado a dar largos paseos. Esta clase de hombres silenciosos y disciplinados son los más sensibles a los encantos de la alegría y la vivacidad.
Palabra del Dia
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