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Actualizado: 24 de julio de 2025
110. El dia 5 de Mayo los indios debian repetir el ataque, mas el enemigo en el silencio de la noche, fingiendo retirarse, como viese que los indios habian ido á ocupar los caminos que tenian por la espalda ó retaguardia, de repente se dirigió hácia los pueblos y marchó formado en batalla. Con cuya repentina astucia, qued
El simpático y calumniado mono sólo tenía la importancia de un primo hermano que no ha hecho carrera, de un pariente desgraciado y ridículo al que se deja en la puerta fingiendo ignorar su apellido de familia, negándole el saludo.
¿Y cómo quieres que esté, prenda? ¿con la navaja abierta? replicó el majo, la voz alterada ya, aunque fingiendo sosiego. No, pero como decían que eras esto y lo otro... y que las mujeres se desmayaban cuando tú las mirabas serio y que no se atrevían á mover un dedo sin tu permisos, francamente, me río. Pues mira, niña, hasta ahora ninguna me ha faltado al respeto, ¿sabes?
Joaquinito, fingiendo mal buen humor, preguntó: Pero tú ¿cómo sabes todo eso? Es muy sencillo. La señora de Infanzón... ya sabe este quién es. Sí dijo Mesía la de Palomares....
De estos hombres, algunos lloraban sentados; otros permanecían de pie, pálidos; inmóviles, con el sello terrible que deja un dolor profundo sobre un organismo fuerte y varonil; otros, fingiendo tranquilidad, trataban de ocultar con una sonrisa violenta al llanto que asomaba á sus ojos.
Los chóferes hicieron retroceder sus carruajes; pero luego, con las manos a la espalda, fingiendo distracción, volvieron socarronamente al mismo sitio, ganosos de saber en qué iba a parar este misterio.
Era un ángel de fuego que me precedía, me llevaba, me arrastraba, no sabía a donde. Ahora ya lo sé. Ese ángel divino me ha traído a una casa de locos. Volví a su lado perfectamente tranquilo. Es decir fingiendo de una manera perfecta una perfecta tranquilidad. Ella estaba sentada en un sillón junto a la chimenea y arreglaba tranquilamente el fuego.
Recitó, fingiendo el pícaro que improvisaba, los capítulos 1.º, 2.º, 3.º y 4.º de una de sus Vetustas y ya iba a terminar con el epílogo que copiaremos a la letra, cuando Obdulia le interrumpió diciendo: ¡Dios mío! ¿Habrá aquí ratones? Yo creo sentir....
Las noches que faltaba este socorro extraordinario, Maltrana, con la cabeza entre las manos, fingiendo leer una revista extranjera, seguía con mirada ansiosa las idas y venidas de don Cristóbal, el propietario del periódico, un buen señor francote y paternal, sin otras preocupaciones que su diario, la revolución que no llegaba nunca y el deseo de que reconociesen todos sus sacrificios por «la idea».
¡Dios mío! dijo como si hablase con ella misma. ¡Qué tristeza y qué alegría al mismo tiempo! Esto es muy hermoso. ¡Pero esa mujer!... ¡esa pobre mujer! Hace ya años que la veo así, dijo Rafael, fingiendo conocerla mucho, a pesar de que hasta entonces rara vez se había fijado en la pobre hortelana. Todos los de su clase son gente muy especial.
Palabra del Dia
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