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Actualizado: 23 de julio de 2025
Yo salí en fiado, por virtud del escribano. Y el relator no se descuidó, porque mudó tono, habló quedo y ronco, brincó razones y mascó cláusulas enteras. Libro Tercero: Capítulo V: De cómo tomó posada, y la desgracia que le sucedió en ella. Salí de la cárcel. Halléme solo y sin los amigos; aunque me avisaron que iban camino de Sevilla a costa de la caridad, no los quise seguir.
Lo que no se encontraba en la casa, Chinto salía disparado a pedirlo fuera, prestado en la de un vecino, o fiado en las tiendas. Generalmente, al recoger una cosa, la comadrona exigía ya otra. Un gotito de anís.... ¿Anís? ¿Para qué? preguntaba la tullida. Para mí, porreta, que soy de Dios y tengo cuerpo y también se me abre como si me lo cortasen con un cuchillo....
Cosíme sesenta reales que me sobraron en el jubón, y con eso me metí a pobre fiado en mi buena prosa.
Y como era muy escamón, se puso a cavilar entonces, sobre si el no entender aquello, sería culpa de su ignorancia, o si sería, según frase de Cánovas, que hasta aquel lugar había llegado, porque su hijo era un tonto adulterado por el estudio o si sería porque no había habido tal estudio ni tal adulteración, sino porque el chico había estudiado poquísimo y para disimularlo, había llenado su discurso de frases huecas, fiado en su audacia y en la simplicidad de muchas personas que lo que no entienden es lo que más admiran.
En los comercios para pobres, que ocupan casi toda la calle de la Ruda, también tenía buenas amistades y relaciones, y con poquísimo dinero, o sin ninguno a veces, tomando al fiado, adquiría huevos chicos, rotos y viejos, puñados de garbanzos o lentejas, azúcar morena de restos de almacén, y diversas porquerías que presentaba a la señora como artículo de mediana clase.
Fiado en este hechizo, trazó Leopardi el gracioso y lucrativo proyecto de una compañía o sociedad de oyentes, que se haría pagar por oír a los autores. El filósofo que inventa un sistema, el vidente que percibe al numen agitando su alma, y el poeta a quien el estro hiere y aguija con invencible brío, escribirán sus filosofías, sus poesías y sus visiones, aunque nada les valgan.
Aún tardó Benina más de una hora en llegar a la calle Imperial, porque antes pasó por la de la Ruda a hacer sus compras. Estas hubieron de ser al fiado, pues se le había concluido el dinero. Recaló en su casa después de las dos, hora no intempestiva ciertamente: otros días había entrado más tarde, sin que la señora por ello se enfadara.
Pero, amigo Rocchio... Amigo Esteven, cuando no se tiene dinero a mano, no se hacen operaciones de Bolsa; comprar al fiado, con ánimo de pagar si se gana y de trampear si se pierde, es una estafa, sí, señor, una estafa; y no retiro la palabra.
Si acudía á casa de sus amigos, temía no encontrarlos tan benévolos como la noche anterior. Además, eran pobres, tan pobres como él, y no podían darle agasajo. Era preciso ir. También se le ocurrió tomar el camino de su pueblo y volverse allá. Conocía un arriero en el parador, que le llevaría de fiado. Pero ¿y Clara? Estos eran sus pensamientos cuando acertó á pasar por la Fontana.
Era el único que podía tutearle, como un privilegio de la época en que el general frecuentaba la tienda del gachupín como simple peón, llevándose al fiado de comer y de beber. Además, este personaje opulento y respetable era el que se encargaba de figurar como único contratista en todos los servicios de las tropas.
Palabra del Dia
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