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Actualizado: 23 de julio de 2025
Avendaño su amigo, viéndole muchas veces melancólico e imaginativo, fiado en su amistad, se atrevió a preguntarle la causa, y se obligó a remediarla, si pudiese y fuese menester, con su sangre misma.
El andar tan sobre sí el pueblo en daño de los malaventurados judíos nació de las predicaciones que hacia el arcediano de Ecija en Sevilla don Fernando Martinez, en las cuales hablaba de las usuras que para mal de los cristianos llevaban en sus préstamos i ventas al fiado; i por último se servia de tan vivos colores al pintar las maldades de los observantes del rito mosáico, que muchos de la plebe, siempre novelera, viendo en la destruccion de estos un acto de piedad i un servicio hecho al Dios crucificado, los mataban en las calles sin temor i vergüenza, i con entera libertad.
Quando otra vez tuvimos presupuesto De salir y dexallas, cada uno Fiado en su caballo y brazo diestro, Ellas que el trato á ellas importuno Supieron, al momento nos robaron Los frenos, sin dexarnos solo uno. Entonces el salir nos estorbaron, Y ansi lo harán agora facilmente, Si las lagrimas muestran que mostraron.
Sólo algunos parroquianos viejos, de solvencia probada, venían á beber de pie ante el mostrador. Don Antonio el Gallego había cortado violentamente el crédito á la mayor parte de los concurrentes, y para apoyar su voluntad de no dar nada al fiado, tenía un revólver en cada cajón del mostrador y el hermoso rifle americano debajo de su asiento.
Uno de los más curiosos resultados de la tregua y del derecho que la dictó, fue la conversión de la villa de Zenda, en una especie de zona neutral en la que ambos bandos podían encontrarse sin peligro durante el día; de noche no hubiera yo fiado gran cosa en su protección. Por entonces tuve también un encuentro que aunque chistoso, no dejó de preocuparme bastante.
Las casuchas cercanas al cerro eran de pobres que vivían en la peor miseria: ladrilleros casi todos, que sólo encontraban trabajo en verano. Los otros meses pasábanlos entre privaciones, pidiendo fiado en la tienda. No tenían otro recurso que merodear en la Casa de Campo, saltando la tapia para coger cardillos, que vendían en Madrid.
Cuando despues de la usurpacion de As-Seffáh acudías diligente al llamamiento del pérfido Addullah Ibn Alí, gobernador de Palestina, fiado en la falsa promesa de paz y de perdon con que fueron engañados tantos Omeyas, un ángel, revistiendo la forma de un amigo tuyo, te salió al camino y te dijo: «Obedéceme hoy, y en el dia del juicio hazme el cargo que quieras.
Vistióse don Juan los vestidos de camino que allí había traído la gitana; volviéronse las prisiones y cadenas de hierro en libertad y cadenas de oro; la tristeza de los gitanos presos, en alegría, pues otro día los dieron en fiado. Recibió el tío del muerto la promesa de dos mil ducados, que le hicieron porque bajase de la querella y perdonase a don Juan.
Iniciada la amistad, y luego intimada merced a la regularidad del consumo de la copita y el buen pago diario, con propina de los dos o tres centavos sobrantes y sin aceptar el fiado ofrecido, un buen día el hombre se saca un anillo con un gran solitario, o un rico reloj de oro, con cadena maciza y vistosa, y dice al almacenero: ¡Vea!... ¡Hágame el favor de hacerme tasar esta prenda con algún joyero de su confianza, algún amigo de conciencia!... ¡Tengo necesidad de saber exactamente su precio!
No decían nada, pero el capitán adivinó sus palabras sin sonido... Le insultaban. Era el insulto del hombre de jerarquía superior al siervo infiel; el orgullo del oficial noble que se acusa á sí mismo por haber fiado en la lealtad de un simple marino mercante. ¡Traidor!... ¡traidor! parecían decirle sus ojos insolentes, su boca murmurante y sin voz. Ulises se encolerizó ante esta altivez.
Palabra del Dia
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