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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Tened, bellas sabinas, la bondad de elegir entre vosotras una parlam... CLEOPATRA. No os molestéis en repetirlo: hemos oído vuestro genial proyecto. ESCIPIÓN. ¿De veras? Y, no obstante, hemos hablado quedísimo. VOCES FEMENINAS. ¡Os hemos oído, sin embargo! CLEOPATRA. Id, con vuestra rodilla blanca, a vuestro puesto, y esperad. Nosotras vamos a deliberar... ¡Más lejos! ¡Os lo ruego!
Tenéis un pico de oro, sabéis adoptar elegantes posturas; pero decidme: ¿qué haríais si quisieran raptarnos durante la noche? ESCIPIÓN. Velaremos la noche entera. Además, espero que vosotras no querréis marcharos. VERÓNICA. ¿Por qué están tan lejos? ¡Yo quiero que se acerquen! VOCES FEMENINAS. ¡Por favor, detenedla! CLEOPATRA. ¡Tiene gracia lo seguro que estáis de vosotros mismos!
Sí, hijita, ese es el arquetipo del tilinguismo. No me habló más que de modas femeninas y de si tal muchacha es más elegante que tal otra. Cree que la moda vuelve otra vez a la época de la Pompadour. Está conforme «en principio» con la adopción de aquel traje, pero «previas» algunas reformas que me explicó con gran riqueza de detalles.
Felicita, a los pocos días de su doncellil viudez, fué a visitar al Padre Alesón, a fin de instruirse en lo atañedero a la regla monástica de las diversas órdenes religiosas femeninas, y también de una ridícula pequeñez, que era para ella extremo de suma importancia: los hábitos que visten cada cual.
A cada trecho veíamos, bajo los sombreros de fieltro burdo, ó de paja amarilla y anchas álas, fisonomías femeninas bastante graciosas, con ese color vago del tipo de la Francia centro-oriental, que no es ni el rubio delicado de Picardía y Normandía, ni el suave sonrosado de las alturas jurásicas, ni el moreno picante de las gentes que pueblan las comarcas meridionales de Francia.
Sus cañones del tamaño de casas, sus fusiles y ametralladoras, que lanzaban plomo con la misma rapidez que una máquina de coser da puntadas, podían suprimir instantáneamente las manifestaciones femeninas, por numerosas que fuesen. Además, la mujer, acobardada por tantos siglos de servidumbre, tenía miedo á los procedimientos de violencia.
Formaban ya allí los carruajes ordenada fila, y entonces pudo apreciar el marqués de Butrón todo el numero y arrogancia de sus huestes femeninas. Allí estaba él en un landó de colores oscuros, teniendo a su derecha a la marquesa, respetable señora que llevaba uno de los nombres más ilustres de España, y podía hacer gala de una de las reputaciones más sin tacha de la corte.
Hora: poco antes del mediodía. Lugar: en los aledaños de la ciudad de Pilares. Es un día de primavera septentrional. Tierra y cielo, dos gracias femeninas. La tierra, de verdor perenne y tupido, está acicalada y alindada prodigiosamente, y no ha usado de otro afeite ni compostura que las aguas y nieves invernizas.
El aire silencioso temblaba con exagerada sonoridad, repitiendo la caída de un remo en las barcas, pequeñas como moscas, que se deslizaban abajo por la copa del golfo, prolongando las voces femeninas é invisibles que se perseguían en las arboledas de las alturas. Los sirvientes fueron de mesa en mesa colocando bujías encerradas en faroles de papel.
El motivo de ser llevado por manos femeninas fue que en Elizondo, como en todo el territorio del Baztán, escaseaban los hombres, hasta el punto de que las faenas más rudas eran desempeñadas por niños y mujeres.
Palabra del Dia
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