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Como no frecuentaba la sociedad, no conocía las rivalidades femeninas y su carácter de soltera de treinta años no parecía agriado... Por eso no hubo el más leve sarcasmo en su clara y bien timbrada voz cuando contestó a Adolfo: Mil gracias. Pero si tu don Mariano es un candidato a novio... lo será a novio de Coca. Coca preguntó entonces: ¿Qué edad tiene?

De esas hornacinas que un arco minúsculo decora, y donde los musulmanes guardan, llenas de agua escogida, ánforas, más o menos hermosas, cuyo consuelo cantan las inscripciones en voladoras alabanzas que suben hasta los astros. En aquel momento sólo aparecían en su interior dos babuchas femeninas color de cinabrio.

Don Juan había luchado mucho contra la coquetería y la astucia femeninas; había burlado a veteranas de la galantería, a beatas lagartonas, a señoras raposas, quedando siempre victorioso de sus malas artes y enredos; pero no acertó a luchar abiertamente con aquella sinceridad.

La curiosidad y la pereza son bastante generales. No es posible dar un paso en la calle sin que las graciosas caras femeninas y las de las viejas noveleras asomen en las ventanas, las celosías y rejas de fierro, atisbando al forastero que pasa. En eso concuerdan las costumbres canonicales de la España católica con las dulzuras de la pereza oriental.

Yo soy Magdalena para todo cuanto les plazca. Y aquella era Magdalena. Aquella joven de ojos vivarachos, de turgente pecho, cuyas faldas, de ordinaria tela azul, no podían ocultar, mojadas por la lluvia, la belleza de las curvas femeninas a que esculturalmente se adaptaban.

Leo tus crónicas femeninas y me río mucho con ellas, porque te leo entre líneas, que es lo más divertido en toda la lectura.

Las modas femeninas describíalas el cantor en términos extravagantes, que hacían reír a los payeses. El simple Pep reía también de estas burlas, que halagaban a la vez su orgullo de campesino y su soberbia de varón inclinado a no ver en la hembra más que una compañera de fatigas. «¡Verdad! ¡verdad!» Y unía su carcajada a la de los muchachos. ¡Qué Cantó tan gracioso!...

Despues comenzó el canto, y los himnos entonados por seiscientas ó mas voces femeninas de muy diversos tonos llenaron la iglesia y la plaza circunvecina de una armonía melancólica y singularísima que nos impresionó mucho. Dos palabras mas para terminar este capítulo que se prolonga demasiado.

Basta consignar que era una mujer grosera y desgraciadamente muy pecadora, pero al fin y al cabo la única mujer del campamento Rodrigo, que precisamente pasaba la crisis suprema en que su sexo requiere mayor suma de cuidados y atenciones. Viciosa, abandonada e incorregible, padecía, sin embargo, un martirio cruel aun cuando lo atienden y dulcifican las compasivas manos femeninas.

Las paredes estaban colgadas con tapices que se decía provenir de los Gobelinos, y representaban la historia de David y de Betsabé, y la del profeta Nathán, como se refiere en la Biblia, con colores aun vivos que daban aspecto de horribles profetisas de desgracias á las bellas figuras femeninas del cuadro.