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Actualizado: 20 de mayo de 2025
No vio las almas feas tras los rostros hermosos, las almas cínicas tras los rostros severos, las almas tristes tras los rostros cómicos... Sin pensar en las almas, deleitábase ahora con los rostros hermosos, se edificaba con los severos, se divertía con los cómicos, y en todos hallaba su mérito y su interés. La alegría volvió a su corazón.
No obstante, en ocasiones, esas aguas verdes y cenagosas se rizan blandamente al soplo de la brisa, lo mismo que el lago más hermoso, y a veces también, en la hora del medio día, estando el cielo límpido, despiden vivos y gratos reflejos azules. Le pasa al estanque lo que a las mujeres feas; todas ellas tienen instantes, posturas o movimientos agradables.
Toda mi vida me arrepentiré de haberla tratado tan duramente como lo hice el otro día. Es una hada, mi querido cura, una hada rica de encantos, de poder y de poesía, que al tocar con su varilla mágica las cosas más insignificantes y feas las engalana con su propia belleza. «¡Qué voluble es el animalito humano!
Ella no se atreve a hablar sinceramente, pero está desconocida: se ha hecho seca y arisca; de cuando en cuando suelta unas frases... que revelan un egoísmo... «Las mujeres feas y muy ricas dice no pueden ser felices en el mundo; a cada paso un desengaño. No se pierden como las bonitas, pero les hacen creer en el amor, y luego... nada. Ya ves, yo por ejemplo añadía ¿qué puedo esperar?
Unas veces fijaba la vista en la fisonomía varonil y correcta del comandante, cuya barba recortada comenzaba a blanquear por algunos sitios; otras la entornaba hacia la calle, por donde cruzaban sin cesar transeúntes que cambiaban con nosotros rápidas miradas. Cerca de nosotros, en la otra vidriera, había unos jóvenes que hacían muecas expresivas a cuantas mujeres bonitas o feas pasaban.
Y, sin embargo, mucho más protectoras aún las miradas, las sonrisas y los saludos de su amable esposa e hijas. Era el juicio final. Los dos pimpollos vestían con pintoresca elegancia, y la mamá, a pesar de sus años, no les iba en zaga. Ni feas ni bonitas, pero majestuosas; con esa calma imponente que presta a los seres superiores la conciencia de su gloria.
Pero ¿qué hacen esas feas alimañas de mi consejo y diván que no se han apresurado ya, que no han corrido para portear sobre sus lomos a mi buen Ben-Farding, al libertador de mi esposa, al que ha de ser mi primer amigo si sus obras corresponden a la graciosa extrañeza de sus fantasías?
Con que vos os vayáis hemos salido del paso. Os engañáis, porque ya me han visto. ¿Y por qué habéis dado lugar á que os vean? Se me os escapábais. No creo que puedan suponer... Las monjas no suponen nada bueno... Pero mi prima sabe... Que sois hermosa; lo que basta para que os mire mal. Es virtuosa... Con la virtud de las feas. ¡Pero Dios mío, vos no perdonáis á nadie!
A la hora de repartir las cartas en la fonda, experimentaba una ansiedad que le sofocaba, esperando ver llegar encerradas en un sobrecito las feas y colosales calabazas, castigo justo a su demasía y sandez. Transcurrieron, no obstante, los ocho días y aun los quince, y la contestación no parecía. Se fué calmando con la esperanza vaga de que la carta no hubiese llegado a su destino.
Allí encontramos donde quiera desaseo en las calles, vestidos tristes, descuidados y sin ningún carácter, calles tortuosas, feas y desapacibles, y casas de aspecto muy poco simpático. Por fortuna, si la mugre y la basura aumentan la tristeza de esas calles, el movimiento industrial y comercial les da alguna animacion de otro género.
Palabra del Dia
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