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Actualizado: 20 de mayo de 2025
María Teresa era bondadosa; después de haber juzgado la acción de su prima, le buscó circunstancias atenuantes. Espiritual, alegre, con un rostro de facciones regulares, Diana carecía de ese encanto femenino que poseen a veces las más feas; su talle era poco esbelto, su cabellera pobre y su tez sin frescura. La atendían de buena gana, pero si sus amigas se ponían a su lado, no la miraban más.
En una fonda estarían ya siendo objeto de críticas, y el dueño pondría mala cara al ver cómo ganaban el precio del cubierto; las niñas se harían las interesantes, comiendo poco para no parecer feas, y él mismo tragaría a disgusto creyendo que se burlaban de su modo de mascar.
No me hables de ellas.... ¡Valientes imbéciles! Ni en las aleluyas del mundo al revés.... Se visten como los hombres, con lanilla inglesa; van feas como demonios con esos colores de enterrador, apagados, sombríos; y en el verano gastan, cuanto más, percal de tres reales, con lo que creen ir tan elegantes. ¡Oh, aquellos tiempos míos!
Le decía, sin voz, en secreto de inefable gracia: ¿Por qué has dado tantos gritos malos, alma de Julio?... ¿Por qué has dicho tantos pecados y tantas palabras feas?... ¿Por qué te has asomado a mirarme con odio, y por qué me has amenazado y me has perseguido?... ¿Por qué, di, maltrataste a mi Niño Jesús aquella noche?...
Crecían sobre una fosa sin lápida sepulcral, ni sin ningún otro signo que conserve la memoria del muerto, excepto estas feas hierbas. Parece que brotaban de su corazón, como si simbolizaran algún horrible secreto sepultado con él y que habría hecho mucho mejor en confesar durante su vida. Quizá, replicó el Sr. Dimmesdale, lo deseó ardientemente, pero no le fué dado hacerlo.
Mirad, caterva enamorada, que para sola Dulcinea soy de masa y de alfenique, y para todas las demás soy de pedernal; para ella soy miel, y para vosotras acíbar; para mí sola Dulcinea es la hermosa, la discreta, la honesta, la gallarda y la bien nacida, y las demás, las feas, las necias, las livianas y las de peor linaje; para ser yo suyo, y no de otra alguna, me arrojó la naturaleza al mundo.
Imitando al borracho que dividía los vinos en buenos y mejores, por negar que los hubiese malos, don Juan clasifica a las mujeres en bellas y bellísimas, y añade que las feas pertenecen a una raza inferior, digna de lástima, cuya existencia sobre la tierra constituye un crimen del Destino, por no decir un lamentable error de la Providencia.
Habíalas con tan rara propiedad vestidas, que cualquiera las tomaría por varones; las feas y hombrunas se brindaban sin repulgos a encajarse el traje masculino, y lo llevaban con singular desenfado.
Pero no todas las feas «planchan». No pocas de ellas se ven tan atendidas y solicitadas en los bailes como las más lindas. Una fea se defiende de la «plancha» con dos recursos: bailando bien y teniendo ingenio y espiritualidad. El bailar bien, con gracia y soltura, es ya una forma de belleza física.
«Llegó un día dijo Guillermina, suspendiendo su labor, para contar el caso a varios amigos de Barbarita , en que las cosas se pusieron muy feas. Amaneció aquel día, y los veintitrés pequeñuelos de Dios que yo había recogido y que estaban en una casucha baja y húmeda de la calle de Zarzal, aposentados como conejos, no tenían qué comer.
Palabra del Dia
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