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Actualizado: 5 de junio de 2025


¿Quién no la ha oído, y quién no la ha admirado en este último caso, cuando habla con el novio desde alto balcón, en el estío, á la hora de la siesta, advertida de que la está oyendo toda la vecindad detrás de las cortinas de cien salas bajas? ¡Qué disimulo en las frases! ¡Qué insistencia en unos mismos símiles hasta apurar el concepto! ¡Qué dos conversaciones en una sola, la una aparente y pública, la otra de imaginación á imaginación! ¡Cuán lógica y chispeante la primera, en medio de su fatuidad! ¡Cuán grave y apasionada la segunda! ¡Cómo brilla el ingenio en lo que dice! ¡Cómo relampaguea la pasión en lo que quiere decir! ¡Y qué energía de pensamiento, qué riqueza de fantasía para prolongar indefinidamente un exacto paralelismo entre la imagen y la idea, entre el apólogo y la realidad, entre la fábula y la historia!

Para mi abuela, las tres millas y media de costa que hay entre Lúzaro y Elguea separan dos mundos aparte: la seriedad de los de Lúzaro, de la petulancia, volubilidad y fatuidad de los de Elguea. Otra causa de enemistad de doña Celestina para su yerno, provenía de ser mi abuela paterna hija de un quincallero suizo, establecido en Elguea.

El hijo del brigadier notó el estremecimiento de sus manos y vio claramente que una ola de rubor había subido a sus mejillas, por más que hubiera vuelto rápidamente la cabeza hacia la puerta del palco: «Ya eres míapensó con la fatuidad propia de los jóvenes que aspiran a sentar plaza de seductores.

Si es verdad dijo Salomé con desdén y cierta fatuidad: es preciso que usted se corrija. Esta casa, niña, impone al que la habita, deberes muy sagrados. Estas ideas del día añadió Paz, lo invaden todo, niña. No extraño que le haya alcanzado á usted su influencia pestilencial. Ya no hay religión: los hombres corren desenfrenados á su ruina; y si Dios no se apiada, se acabará el mundo.

Permanecía en la cabecera de la mesa con la cara entre las manos y una nube de perfumado humo ante los ojos, girando éstos de vez en cuando con cierta fatuidad para mirar a algunas señoras que contemplaban con interés al famoso torero. Su orgullo de ídolo de las muchedumbres creía adivinar elogios y halagos en estas miradas. Le encontraban guapo y elegante.

Arriaza, hombre de cierta fatuidad, se gallardeaba con la ovación hecha a los productos de su numen.

Un Inglés tiene tanta fatuidad de raza, que jamas responde, aunque conozca una lengua extraña, si no le hablan en la suya, ó si no le muestran la bolsa que es lo mismo.

Y despertaba en Ojeda el orgullo sexual que duerme en el fondo de todo hombre; la fatuidad masculina, que se considera irresistible con sólo una mirada o una palabra de femenil aprobación; la fe ciega en el propio valer, que acepta como naturales y lógicas todas las aproximaciones, por inverosímiles que sean.

Lo que ha dicho este hidalgo es la verdad. ¡Oh! yo siempre lo que me digo contestó con fatuidad don Bernardino, atusándose el bigote izquierdo. Menos cuando no dijo la comedianta. Mejor será que callemos, prenda, que os estará bien. En mal hora se metió don Bernardino con la comedianta. Esta, que quería tener un motivo sólido de entablar conocimiento con Juan Montiño, forzó la situación.

La fatuidad con que él presume y se jacta de lograr todo esto, me ha humillado, me ha vejado y me ha ofendido. Quiero vengarme y me vengaré. Quiero desengañar a ese hombre y le desengañaré con el más duro desengaño. Por mismo y por medio de viles terceros se obstina en que yo le reciba a solas en mi casa, y me pide una cita.

Palabra del Dia

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