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Actualizado: 5 de junio de 2025


En su fatuidad forjó aún varias hipótesis para explicarse, como involuntaria y muy a pesar de las desconocidas, su ausencia de los Jardines. «¿Quién sabe? pensaba el Conde . Quizá el marido no las deje salir. Quizá tenga la casada algún chiquillo con sarampión

Sabía solamente por algunas palabras en el aire recogidas al azar de las conversaciones, que se había negado siempre a dejar su puesto, prefiriendo ascender en él, y Raúl lo había atribuido a un recuerdo halagüeño para su persona. Pobre muchacha; estaba loca por pensaba con indulgente fatuidad. Y no se ocupaba más del asunto.

Serias preocupaciones atormentaban a la baronesa acerca de que su hermoso sobrino, como ella lo llamaba, quien, por otra parte, era muy buscado en sociedad, sobre todo por las damas, se prestase fácilmente a abandonar su vida independiente y galante para doblar el cuello a la, marital coyunda, si bien debe observarse, como es bastante frecuente, que suelen ser aquellos hombres más llamados por sus atractivos personales a más rápidas conquistas de femeninos corazones, precisamente los que menos importancia dan a su envidiable fortuna: indiferentes hacia triunfos para ellos fáciles, carecen en general de esa fatuidad, de eso que pudiéramos llamar furor galante, característico en aquellos otros de sus congéneres cuyas victorias sobre el bello sexo débenlas únicamente a la constante lucha contra un modo de ser moral y físico en que no abundan como don natural los atractivos.

¡Matarse! dijo por fin. ¿No le parece, Rafael, que es una tontería? ¡Y matarse por una mujer! ¡Como si las mujeres tuvieran la obligación de amar a todos los que creen amarlas!... ¡Qué imbécil es el hombre! Hemos de ser sus siervas; hemos de quererle forzosamente, y si no, se mata por fatuidad. Calló unos instantes. ¡Pobre Maquia!

Así es que don Braulio, o cualquiera otro, podría tener más de los 20 grados de entendimiento que, en su sentir, eran necesarios o convenientes para lo práctico; pero cuando este plus, cuando esta sobra intelectual no se manifiesta en nada, sino en echar a perder el entendimiento que está en uso, no hay razón para quejarse de que el mundo no aplauda ni se pasme de lo invisible y recóndito que no puede sondear, ni penetrar, ni desentrañar. ¿Quién sabe si el amor propio engaña y hace creer a muchos que poseen ese entendimiento excesivo y superfluo, y tal vez no poseen sino una dosis superlativa de fatuidad?

Palabra del Dia

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