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-Pues si ello es así -dijo Sancho-, mire vuestra merced no se le torne a olvidar esto, como lo del juramento; quizá les volverá la gana a las fantasmas de solazarse otra vez conmigo, y aun con vuestra merced si le ven tan pertinaz.

En el misterioso archivo de la memoria recorre el eco de la campana todas las más sublimes páginas; páginas que á la voz de los recuerdos llegan al santuario del alma, evocando realidades del ayer y creando fantasmas para el mañana. El toque de la muerte del día siempre me parece nuevo, siempre creo oírlo por primera vez.

La mitad de las mujeres de la Provincia, sobre todo las de los pueblos pequeños, creen á puño cerrado en duendes, brujas, hechiceros, fantasmas y aparecidos. De aquí un miedo espantoso á los muertos, y de aquí también el que haya casas cerradas en que no se atreve á vivir nadie, por ser cosa sabida que ¡á media noche! óyense en ellas extraños ruidos, particularmente de cadenas.

Si ha de ir de noche á algun lugar, y se le ha dicho que sale una fantasma, cada sombra, cada ruido, cada mata le parece que lo es, y que ha de tragarle, cosa que dura aun en los adultos, si no regulan el juicio, y con él moderan la pasion del miedo: las visiones y apariciones de Almas, de Duendes y Fantasmas no son otra cosa que apariencias de la fantasía alterada con la pasion del miedo, del espanto, ú otras pasiones, á quienes se junta las mas veces la enfermedad, y siempre la ignorancia.

Don Anselmo sigue un poquito mejor. Felicita palpaba a la sirvienta: ¿Sueño? ¿Eres ? ¿Soy yo de carne? ¿No somos fantasmas? Telva respondía mentalmente: «¿ de carne? Puro hueso, y ya muy duro. ¿Pantasmas? No estás mala pantasmona....» Felicita proseguía: ¿Has hablado? ¿Me figuré oír una voz? ¿Qué me has dicho? Que don Anselmo sigue un poquito mejor.

5 Mas ande otro criollo pasa Martín Fierro ha de pasar; nada lo hace recular ni los fantasmas lo espantan, y dende que todos cantan yo también quiero cantar. 6 Cantando me he de morir Cantando me han de enterrar, Y cantando he de llegar Al pie del eterno padre: Dende el vientre de mi madre Vine a este mundo a cantar.

Y era otra, también, la misma abuelita. Los viejos muebles coloniales que la acompañaban desde otros tiempos, parecían escuchar también, con un poco de asombro, la alegre charla, en aquella habitación impregnada de reminiscencias añosas y como poblada de vagos fantasmas.

Al despertarse la criatura y ver aquellos fantasmas, quedó paralizada por el terror, tapose luego los ojos con las manos y un sudor copioso y frío bañó su cuerpo. Su corazón comenzó a dar tan fuertes golpes que se oían a distancia, dejó escapar algunos gritos ahogados y roncos; por último, llevándose las manos al pecho, se revolcó por el suelo sin sentido, presa de espantosas convulsiones.

Mi pensamiento era una especie de torre de Babel. En mi continuo trato con toda clase de gentes sólo había encontrado una verdad. Que nuestro hombre y nuestra mujer no existen. O, precisando más la frase, que nuestro amigo y nuestra amante son dos fantasmas soñados por nuestro deseo. Sin embargo, muchos hombres me han ofrecido su bolsa y su vida, y muchas mujeres su cuerpo y su alma.

Mas ; mi pensamiento juzga por el presente y se deja llevar de la amargura... Recordaré el pasado, que en mi mente dejó tántos recuerdos de ventura. Niñez, amor, ensueños encantados, que murieron cual flores con el dia, vanos fantasmas de placer mentido, dejando sus recuerdos amargados por el dolor de haberlos ya perdido.