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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Debemos parecer dos fantasmas, Pedro... ¿Será cierto que estamos dentro de una nube? ¡Ya lo creo! ¿De una de esas nubes que vemos correr por el cielo? ¿Pues de qué otras quieres que sea? ¡Ave María!
Al fin, animada y más resuelta con el peligro de verse arrebatada al Africa, y allí mirarse combatida ferozmente en su amor y en su religión, se arrancó del querido hogar y atravesó los jardines y huertos, llena de amargura y zozobras. La tempestad aumentaba, y María iba entre la obscuridad y los árboles hacia el puente destruído, asustada con mil imágenes y fantasmas.
Cierra al dolor tu corazón, poeta; para las dichas guárdalo; ahuyenta los fantasmas de las penas que hoy sólo la alegría ha de ocuparlo. Deja la puerta de tu estancia abierta al paso del amor y obra el milagro de tu resurrección inesperada con la consolación de lo esperado.
Con amor se podía vivir donde quiera, como quiera, sin pensar más que en el amor mismo...; pero sin él... volverían los fantasmas negros que ella a veces sentía rebullir allá en el fondo de su cabeza, como si asomaran en un horizonte muy lejano, cual primeras sombras de una noche eterna, vacía, espantosa.
Los fantasmas han desaparecido en una niebla, las brujas comienzan a levantar un puente y parecen murciélagos revoloteando sobre el río, ancho como un mar. En la orilla opuesta está detenido el entierro. Canta otro gallo. ¡Canta el gallo pinto, ande el pico! Al través de una humareda espesa los arcos del puente comienzan a surgir en la noche.
Al anochecer, y cuando aún el cañoneo no había cesado, distinguíamos algunos navíos, que pasaban a un largo como fantasmas, unos con media arboladura, otros completamente desarbolados.
La idea de que algún conocido le viese a aquellas horas caminando a pie, le causaba gran vergüenza, dando por seguro que había de adivinar su intención. El aire era fresco y le penetraba hasta los huesos, aunque rara vez había sentido frío en su vida. Los árboles, como negros fantasmas alineados a lo largo de la carretera, dejaban salir de sus copas blando rumor melancólico.
Pero él conocía demasiado el oculto propósito de las nuevas doctrinas, y en cuanto a los que combatían en España los principios de los escolásticos, los que negaban la autoridad de los antiguos maestros, las especies inteligibles, los fantasmas de la representación y hasta la inmortalidad del alma racional, no eran sino aliados del extranjero o instrumentos del Demonio.
¡Y ahora, la noche terrible! Cada minuto se alza todavía ante mis ojos como una furia y clava en mí su mirada de fuego. Esa noche, voy a evocarla y a hacerla pasar por delante de mí como se evocan fantasmas para avivar con su testimonio un asesinato sobre el cual han pasado años. ¿Y qué crimen he cometido? Ninguno.
Los negros sacerdotes, comprendiendo por instinto que la libertad podría renacer del amor á la naturaleza, habían entregado la tierra á los genios infernales; habían puesto los demonios y los fantasmas en el mismo punto que antes ocupaban los dríadas y las fuentes donde en otro tiempo se bañaban las ninfas.
Palabra del Dia
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