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Actualizado: 6 de julio de 2025
Cipriano ensaya entonces sus artes mágicas, recientemente aprendidas; preséntasele una figura con las facciones de Justina, pero el poder del Demonio sólo alcanza á enviarle su imagen aparente; corre detrás de la fantasma, le arranca el velo que la cubre, y encuentra el esqueleto de un muerto que le anuncia lo transitorio de todas las cosas terrestres.
Otra de las cosas más interesantes que algunos llegaban a ver en el mar, según Yurrumendi, era un buque fantasma, tripulado por un capitán holandés. Este perdido, borracho, blasfemador y cínico pirata, anda, con un equipaje de canallas, haciendo fechorías por el mar. Si el maldito holandés se acerca al barco de uno, el vino se agria; el agua se enturbia; le carne se pudre.
Miraba desvanecerse una preocupación, un ligero fantasma que había flotado fugitivo, impreciso y como poniéndose siempre a sus espaldas, para no ser visto... ¿Sabe, Muñoz, quién vendrá? Adriana. ¡Qué coincidencia! En este momento iba a mandarle avisar a usted. Al fin se realizará la gran entrevista.
Mejor era contemplarla en clara noche de luna, resaltando en un cielo puro, rodeada de estrellas que parecían su aureola, doblándose en pliegues de luz y sombra, fantasma gigante que velaba por la ciudad pequeña y negruzca que dormía a sus pies.
Amparo realizaba mis sueños: era la mujer que yo había buscado en vano, la mujer que hablaba a mi corazón y a mis sentidos; pero... Amparo no me amaba: si me hubiera amado yo lo hubiera comprendido; Amparo me consideraba como su protector, como su padre: Amparo se resignaba a cumplir mi voluntad hasta el punto de casarse con el hombre que yo la designase... y Amparo amaba... Amparo sufría... sus ojos, mi alma habían apurado su sufrimiento... Amparo no era mía... había visto por un momento mi fantasma y me le arrebataba Dios.
Lo mismo la pregunté; pero ella me contestó: es el retrato fantástico de mi buena madre, con quien sueño todas las noches; en quien pienso todos los días; un rostro que yo he dibujado recordando mis sueños... Mañana le verá usted. No supe qué contestar. La hacía llorar la vista de la reproducción material de un fantasma.
Sus ojos parecían más grandes que nunca, y miraban con una fijeza que daba escalofríos. A lo menos los sintió don Víctor, que dio un paso atrás, y tuvo terror, como en presencia de un fantasma. Antes que en la traición de aquella mujer pensó en el gran peligro que corría la vida de Ana, si una emoción fuerte la espantaba.
El fantasma se achicaría, haciéndose invisible, para engañarle y resurgir luego en todas sus horas de pensativa soledad; iba á amargar sus noches en vela, á perseguirle á través de los años lo mismo que un remordimiento. Afortunadamente, las imposiciones de la vida real fueron repeliendo en los días sucesivos estos recuerdos tristes.
Quedábase el tabernero entre barreras durante la corrida, animando al espada con su presencia y con los ademanes de un grueso garrote que no le abandonaba nunca. Cuando el muchacho descansaba junto a la valla, veía aparecer como un fantasma de terror la cara mofletuda y roja de su padre y la cabeza del grueso palo.
Y con el sobresalto se le cayó la vela de las manos; y, viéndose a escuras, volvió las espaldas para irse, y con el miedo tropezó en sus faldas y dio consigo una gran caída. Don Quijote, temeroso, comenzó a decir: -Conjúrote, fantasma, o lo que eres, que me digas quién eres, y que me digas qué es lo que de mí quieres.
Palabra del Dia
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