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Actualizado: 6 de julio de 2025
Aquí, señora. Dádmela. No veo... no veo dónde está, señora. La abadesa se levantó y pidió una luz, que fué traída al momento. Entre el fondo iluminado de la parte interior del locutorio y la reja, había quedado de pie, escueta, inmóvil, la negra figura de la abadesa, semejante á un fantasma siniestro. No se la veía el rostro á causa de su posición, que la envolvía por delante en una sombra densa.
Si ha de ir de noche á algun lugar, y se le ha dicho que sale una fantasma, cada sombra, cada ruido, cada mata le parece que lo es, y que ha de tragarle, cosa que dura aun en los adultos, si no regulan el juicio, y con él moderan la pasion del miedo: las visiones y apariciones de Almas, de Duendes y Fantasmas no son otra cosa que apariencias de la fantasía alterada con la pasion del miedo, del espanto, ú otras pasiones, á quienes se junta las mas veces la enfermedad, y siempre la ignorancia.
El argumento analógico del tabernero no fue bien aceptado por el herrador, que era un hombre fundamentalmente opuesto a los términos medios. ¡Bah! ¡bah! ¡bah! dijo con nueva irritación, dejando el vaso , ¿qué tiene que ver aquí el olfato? ¿Un fantasma le ha puesto nunca a nadie negro el ojo? Eso es lo que desearía saber.
-Dichosa buscada y dichoso hallazgo -dijo a esta sazón Sancho Panza-, y más si mi amo es tan venturoso que desfaga ese agravio y enderece ese tuerto, matando a ese hideputa dese gigante que vuestra merced dice; que sí matará si él le encuentra, si ya no fuese fantasma, que contra las fantasmas no tiene mi señor poder alguno.
Y todavía no era esta impertinencia de un viejo fantasma panzudo que se acomodaba sobre mis muebles, sobre las colchas de mi lecho, lo que más me exasperaba. Mi horror supremo consistía en una idea clavada en mi espíritu como un hierro inarrancable: «yo había asesinado a un viejo».
Luego una mano fría se posó pesadamente sobre mi corazón; un fantasma se inclinó hacia mí y pronunció mi nombre con voz penetrante, y yo sentí que el aliento de su boca me había helado.
Me parece apuntó aquí la Esfinge con su voz de fantasma que sin tanto cumplimiento nos entenderíamos mejor y mucho antes. La marquesa cayó en un nuevo asombro al oír la voz de aquella estatua; y si hubiera sabido con qué mote se la conocía, quizás habría tomado la cosa más en serio, creyéndose transportada a los tiempos fabulosos.
Bastaba que se reuniesen con cierto misterio unos cuantos jornaleros en un hato, en un rancho de la campiña, para que al momento sonasen los ricos el toque de alarma en los periódicos de toda España, y llegaran nuevos soldados a Jerez, y la guardia civil corriera el campo amenazando a todo el que no estaba conforme con lo exiguo del jornal y la miseria de la alimentación. ¡La Mano Negra! ¡Siempre aquel fantasma, agrandado por la exuberante imaginación andaluza, que los ricos cuidaban de conservar vivo y en pie para moverlo así que los gañanes formulaban la más insignificante petición!...
Era tan fiera su actitud destacándose erguido en medio de la acequia, se adivinaba en este fantasma negro tal resolución de recibir á tiros al que se presentase, que nadie salió de los inmediatos cañares, y bebieron sus campos durante una hora sin protesta alguna. Y lo que es más extraño: el jueves siguiente, el «atandador» no le hizo comparecer ante el Tribunal de las Aguas.
En el fondo de estas comedias, como en algunas de las precedentes, y de las que siguen, predominan los mismos elementos que en las demás españolas, distinguiéndose sólo por el colorido que le presta el personal de príncipes y cortesanos que en ellas se presenta, así como por el tono, también distinguido, correspondiente á la categoría de sus personajes. El galán fantasma.
Palabra del Dia
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