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Actualizado: 19 de julio de 2025


Por lo mismo que estaba segura de salvarse de la tentación francamente criminal de don Álvaro, entregándose a don Fermín, quería desafiar el peligro y se dejaba mirar a las pupilas por aquellos ojos grises, sin color definido, transparentes, fríos casi siempre, que de pronto se encendían como el fanal de un faro, diciendo con sus llamaradas desvergüenzas de que no había derecho a quejarse.

Aquello es su propia luz, su propio fanal, su cielo, su luna y sus estrellas. A todo el mundo es dado observar en las salinas la fecundidad del mar. Las aguas concentradas constituyen depósitos violáceos que no son otra cosa que infusorios. Cuentan todos los navegantes que en tal ó cual dilatado viaje no han atravesado más que aguas vivientes.

¿Había conseguido realizar esa obra?... Otra vez su atención se trasladó del cielo de los recuerdos al espectáculo que tenía a la vista. Las primeras luces brillaban ya sobre el fondo pálido del crepúsculo, en las orillas del lago y por las faldas de los montes saboyanos; el fanal de una barquilla, cual astro luminoso, trazaba una estela en el agua.

El nuevo piloto quería presenciar el embarque de negros. Solíamos llevar las luces roja y verde reglamentarias, y al acercarnos a tierra se ponía un farol grande de luz blanca en el palo de proa. Un centinela se colocaba en el bauprés y avisaba cuando veía brillar un fanal rojo. Al momento, el intérprete, el doctor Cornelius y Zaldumbide iban a tierra con la chalupa.

»Pero cuando esas condiciones sobresalen realmente, es cuando se las ve, despojadas de sus lujos y cubiertas con el corto y sucio traje del trabajo, balancearse sobre la tabla que une al buque con la tierra, bajo el peso de la enorme canasta de carbón que traen en la cabeza... Al pie del buque y sobre la ribera, hormigueaba una muchedumbre confusa y negra, iluminada por las ondas del fanal eléctrico.

Sus fieles soldados cavando su fosa Cubrirán de tierra con mano piadosa La frente laureada que el mundo admiró. «Al pié de su tumba que calle la envidia! Su espíritu noble preside á la lidia Que aun arde en nosotros su llama inmortal. Apóstol y mártir su pueblo le nombra, Y grande y serena su pálida sombra De dulce esperanza levanta el fanal.

Lo , Horn; pero te repito que no es un fanal; de eso estoy seguro. ¡Calle! Veo otro punto luminoso más al Norte y que parece ir al encuentro del primero. Entonces son barcas de salvajes. Me lo temo. Mal encuentro, capitán. Si al alba nos descubren nos darán caza. ¿Serán australianos? preguntó Cornelio.

Los visillos de la vidriera, en un tiempo blancos, tenían hoy color de ceniza húmeda, y en sus pliegues eran visibles los estragos de la polilla. Frontero a la ventana, encima de una mesa, entre dos jarrones de porcelana, un reloj de cristal, una lira, con la esfera de cobre dorado y las cifras esmaltadas de azul, bajo roto fanal cuyas partes estaban cogidas con lañas de papel.

¿Oyes algo? dijo el Capitán al chino. No, señor; pero el fanal parece que quiere pasarnos por popa. Es cierto, muchacho. ¡Ah, si no estuviera tan obscuro!... Pero quizá sea mejor para nosotros, pues esa luz no debe ser la del fanal de un buque.

La propincuidad máxima del objeto de su amor a que Anselmo aventuraba acercarse era una distancia de cinco metros, como si al llegar allí tropezase con un obstáculo cristalino e invisible. Ahora, que esta distancia la conservaba de continuo. No parecía sino que Felicita estaba encerrada en un fanal o gran campana de vidrio.

Palabra del Dia

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