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Actualizado: 13 de junio de 2025


Después levantó la tapa para que se oyera mejor, abrió con cuidado las puertas y ejecutó todas las maniobras conducentes a producir una sorpresa en la casa; pero todo ello con tal esmero, andando sobre la punta de los pies, hablando en falsete y haciendo tantas y tan graciosas muecas, que Juan al notarlo no pudo menos de reírse exclamando: ¡Siempre el mismo Santiago!

Efectivamente allí vivían tales sujetos. Nada más preguntó. Dió las buenas noches y se retiró á la habitación que D.ª Robustiana le había preparado. Cuando ésta y su consorte se encontraron solos miráronse con ojos donde brillaba la sorpresa y el triunfo. ¡Ella es! exclamó Regalado con voz de falsete. ¡Ella es! respondió D.ª Robustiana sin alzar más la voz.

Corrió a abrir, pero ya ella había echado mano al cerrojo; por cierto que se encolerizó porque resistía a sus débiles tirones. Adiós, adiós; hasta el sábado dijo en voz de falsete. Hasta pasado mañana. No, no; hasta el sábado. Bajó la escalera con la misma precipitación con que la había subido, hizo otro gesto imperceptible de despedida al portero y salió a la calle.

Fue en ese momento cuando, precisamente bajo la cama de Mounsey, que estaba pegada a la mía, empezó a hacerse oír el grillo más atenorado que he escuchado en mi vida; el falsete atroz y monótono me crispaba el alma. Lo sufrimos cinco minutos; pero, como el miserable anunciaba en la valentía de su entonación el propósito de continuar la noche entera, organizamos una caza que no dio resultado.

Cantaba también con voz de falsete, capaz de rasgar los oídos mejor dispuestos, y era la broma obligada entre sus amigos hacerle cantar después de comer. Era buen muchacho y vivía con una bailarina de la Ópera, con la que tenía dos hijos. El jefe de comedor se presentó á anunciar que la comida estaba dispuesta y todos se dirigieron á la mesa.

¿Quién va? dijo desde dentro una voz bien conocida. Velázquez puso los labios sobre la cerradura y respondió en voz de falsete: Abre. ¿Quién es? preguntó Soledad. Antonio. Aguarda un momentito. Oyó el majo, con el corazón palpitante, el rechinar de una cama y el ruido de unos pies que se ponen en el suelo. Al instante se abrió la puerta. Pasa dijo Soledad con voz apagada. Velázquez obedeció.

De pronto, su errante mirada cayó sobre la pálida fisonomía de Carlos Tomás, y con un destello de infantil inteligencia y una débil risa de falsete, echose hacia adelante, agarrose a la mesa, hizo caer los vasos, y, finalmente, se dejó caer sobre el pecho del joven. ¡Carlos! ¡Caramba de truhán! ¿qué tal?

Porque el ardor de la lucha había determinado como una relajación de la laringe, en términos que la voz se le había vuelto enteramente de falsete. Salían de su garganta las palabras como el acento de un impúber. «¿En dónde se ha metido?... ¿en dónde?... ¿No es verdad, señores, que es un miserable?... ¿un secuestrador?... Me ha quitado lo mío, me ha robado...

Apenas se separaba de ella jurando no volver á verla, avergonzado de su vileza y acordándose de su hija con remordimiento, sentía la necesidad de buscarla de nuevo, se proponía á mismo un negocio que hacía necesaria su presencia en París, ó en Madrid, allí donde se encontraba ella, siguiendo su existencia errante de aventurera del amor, tan pronto viviendo casi maritalmente y retirada del mundo, como exhibiendo su belleza y su voz de falsete sobre los tablados de los music-hall. ¿Qué tenía aquella mujer que le trastornaba con el mareo de la embriaguez?

Nieves respondió Pablo sin vacilar, y en el mismo tono de falsete. Lo sabía, y te aplaudo el gusto dijo riendo Gonzalo. ¡Qué cutis de raso!... ¡Qué dentadura! ¡Y qué andares! Pasi-corta, ¿sabes? Ambos miraban a la bordadora. Esta levantó la cabeza, y comprendiendo que se trataba de ella, les hizo una mueca con la lengua.

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