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Actualizado: 24 de julio de 2025


Y en ancho mar de blanquecina nieve Solo una forma humana se elevaba: La de un fiel centinela que velaba Apoyada la mano en su fusil. Blancos cabellos su cabeza orlaban, Hondos surcos cruzaban su semblante, Y su mirada firme y penetrante Revelaba un aliento varonil.

Por su actitud se comprendía cuán enérgicas eran las resoluciones que formaba para el momento del ataque. Por último, en la cumbre de la colina, junto al bosque, doscientos o trescientos hombres formados en filas, con el fusil en descanso, también miraban.

Toledo, impacientándose por la modestia del joven, explicaba sus heridas. Las tenía de todas las épocas. Unas eran de combatiente moderno, producidas por cascos de proyectil explosivo, por balas de fusil de repetición, y hasta aquella tos que cortaba de vez en cuando sus palabras la debía á los gases asfixiantes.

Los guerrilleros, en fila, con el fusil a la espalda, marchaban por lo alto del talud, y el doctor, a caballo, iba por el camino en trinchera, abriéndose paso por entre las ramas de los árboles, proyectando su negra sombra sobre el sendero profundo, y la Luna alumbraba los alrededores.

Iba a lanzarse sobre el australiano para desarmarle; pero éste saltó hacia atrás, diciendo en un lenguaje mixto de inglés y de malayo: ¡Quieto, hombre blanco! Esta es la tierra de los hijos de Mooo-tooo-omj . ¡Y yo te digo que si no te vas, te echo a puntapiés, antropófago! dijo el marinero, levantando el fusil . ¿Me has comprendido?

Mientras la tripulación se retiraba precipitadamente hacia la playa, para estar pronta a embarcarse, el Capitán, con el fusil cargado en la mano, se acercó al salvaje, que le miraba insolentemente, como si estuviera seguro de propio. ¿Qué quieres? le preguntó, empleando el mismo lenguaje de que el antropófago se había antes servido.

Gaspar Lefèvre, viendo a su madre y a Luisa inmóviles y con los dientes apretados, dijo a Marcos que si ellas no volvían en se levantaría la tapa de los sesos con su fusil. Marcos respondió que cada cual era libre de hacer lo que quisiera; pero que, por su parte, no estaba dispuesto a darse un tiro por Hexe-Baizel.

Las vainas las hacen también de madera, en dos piezas á lo largo, sujetas con abrazaderas de bejuco ó de latón. Para el asta de sus lanzas suelen emplear la madera del Guijo ó el Palasan, especie de bejuco, grueso y consistente. Usan armas de fuego, siendo éstas fusil y cañón, de antiguos sistemas, desechos del Ejército, por más que tengan algunas de retrocarga y de repetición.

El soldado parecía no poder dar un paso más, y muy despacio dejó caer el fusil con la culata hacia el suelo. La punta de la nariz del recién llegado la nariz de la señora Lefèvre relucía como el bronce; sus rubios bigotes temblaban; cualquiera hubiera pensado en uno de esos gavilanes grandes y flacos a los que el hambre lleva a las puertas de los establos en invierno.

A la izquierda de la aldea, en la ladera del Valtin y en medio de los matorrales, Marcos Divès, montado en un caballejo negro de larga cola, con su espadón colgando del puño, señalaba las ruinas y el camino de schlitte. Un oficial de infantería y algunos guardias nacionales, con uniformes azules, le escuchaban; Gaspar Lefèvre solo, delante del grupo, y apoyado en el fusil, parecía meditabundo.

Palabra del Dia

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