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Quería prender fuego á la paja de la techumbre. ¡Que se lo llevase todo el demonio! Al fin era suyo, bien lo sabía Dios, y podía destruir su hacienda antes que verla en manos de ladrones. Mas al ir á incendiar su antigua casa sintió una impresión de horror, como si tuviese ante él los cadáveres de todos sus antepasados, y arrojó los fósforos al suelo.

El domingo, primero que allí pasaba el sacerdote, salió muy temprano de casa, dijo misa, dio un paseo largo, comió más tarde que de costumbre, y poco antes de concluir, cuando al levantar el mantel le trajo el ama los fósforos y el bote de picadura, oyó que comenzaba a resonar al principio aislado y débil, luego nutrido y fuerte, el ruido que producían los canteros picando y labrando piedra en el solar vecino.

Recuerda la señora haber oído algo acerca de los primeros fósforos o mistos que vinieron al mercado, y aun haberlos visto. Era como una botellita en la cual se metía la cerilla, y salía echando lumbre.

Sonrió de un modo que asustó a Bonis, porque nunca había visto en su amiga el gesto de crueldad, de malicia fría, que acompañó a tal sonrisa. Conque... ¿tu hijo?... ¡Bah! ¿Qué tienes, Serafina? ¿Cómo estás aquí? Estoy aquí... por no estar en casa; por huir del amo de la posada. Estoy aquí... porque me voy haciendo beata. No es broma. O rezar, o.... una caja de fósforos. ¿Sabes?

La gitanería femenina le adoraba como un ídolo, pensando en sus conquistas de señoritas; y éstas mirábanle como un ser extraordinario, como un Don Juan irresistible, recordando ciertas historias de cantadoras flamencas que, por sus desdenes, se habían tragado cajas de fósforos, y de hermosas carniceras que abandonaban al marido para seguir a un mozo tan adorable.

Al pasar de treinta venían á su memoria las imágenes flotantes de las mujeres que había seducido y se extasiaba recordando los dulces pormenores de sus amoríos: una de aquellas mujeres abandonadas se hallaba á la hora presente en un convento; otra se había tragado una caja de fósforos. Por último, cuando introducía en su estómago más de cuarenta vasos, se iniciaba el período del heroísmo.

Es extraordinario... recomenzó Luis María, haciendo correr con disgusto los fósforos sobre la mesa. Y un momento después, con una nueva sonrisa forzada: ¿No tendría inconveniente en acompañarnos un rato? ¿Ya sabe, no? Creo que vuelve Ayestarain. En efecto, éste entraba. Empieza otra vez... sacudió la cabeza, mirando únicamente a Luis María.

Por algún tiempo se aficionaron a la mecánica, y todos los días iban a ver desde un desmonte poner placas giratorias en las cercanías de la estación del Norte; otra temporada se dieron a la construcción, entreteniéndose en ver levantar piedras en edificios nuevos; después mostraron afición a la industria, contemplando en los balcones de la calle del Peñón las tripas de las mondonguerías, y hasta hicieron observaciones de carácter fabril en la Ronda de Toledo con las tiras de fósforos de cartón puestos a secar al sol.

El señor de Migajas dijo la Princesa mirándole con benevolencia no ha venido aquí á divertirnos. Eso no quita que le oigamos con gusto pregonar La Correspondencia y los fósforos si quiere hacerloHallaba el granuja esta proposición tan contraria á su dignidad y decoro, que se llenó de aflicción y no supo qué contestar á su adorada.

Rafael creía encontrar en aquellos rasgos la huella de innumerables artistas. La había visto antes. ¿Dónde?... no lo sabía. Tal vez en los periódicos ilustrados, en los álbums de bellezas artísticas; era posible que en las cajas de fósforos que reproducen las beldades de moda.