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Actualizado: 28 de junio de 2025
Los ánimos estaban muy excitados, pero el Gobierno Filipino, que había asumido la responsabilidad de los actos de su pueblo, con prudentes órdenes continuadamente repetidas procuraba conservar la paz, aconsejando á todos los atropellados, paciencia y cordura hasta la llegada de la Comisión civil.
Parecía haber enflaquecido desde la víspera, y sus cabellos, antes entrecanos, estaban completamente blancos. Alrededor de sus ojos hundidos y excitados por una fiebre ardiente, había un círculo rojo. Francisco Martínez Montiño había llorado mucho. Primero por su dinero: después por su mujer y por su hija. Os he esperado con impaciencia, Montiño le dijo con severidad el duque.
En todo el día no se veía un rayo de sol, y los árboles, tras los cristales, agitaban tristemente las ramas, como queriendo despojarse de las últimas hojas. El ruido incesante de la lluvia sobre el tejado de cinc, la ausencia del sol y la falta de distracciones, ponían a los enfermos nerviosos, excitados. Les daban más a menudo ataques y se quejaban constantemente.
Había que resignarse a un galanteo penoso y contradictorio, a un tira y afloja que parecía muy del gusto de aquella mujer y le hacía abrir unos ojos de sonriente crueldad, de espasmo sádico, cada vez que él, con los sentidos excitados por misteriosas alusiones o miradas prometedoras, se contraía furioso de deseo.
En la recitación firme, exacta y variada, se proponen los mejores actores españoles amoldarse á la índole del verso, no debiendo olvidarse que se ven obligados á aplicarse con esmero al desempeño de su papel, excitados por el buen gusto del público, y por la atención incansable con que éste escucha cada una de las palabras que pronuncian.
Cuando la condesa tenía excitados los nervios por la infidelidad de alguno de sus jóvenes admiradores arrojaba escaleras abajo las camisas y calzoncillos del conde, ordenándole como una reina ofendida que desapareciese para siempre.
Sonaban como cañonazos los golpes de las puertas, repitiéndolos el eco de nave en nave. Una escoba comenzó a barrer por la parte de la sacristía, produciendo el ruido de una enorme sierra. La iglesia vibraba con los golpes de algunos monaguillos que sacudían el polvo a la famosa sillería del coro. Parecía desperezarse la catedral con los nervios excitados: el menor frote le arrancaba quejidos.
Concluida la revista, Bettina, sin mucho apuro, quitose sus largos guantes de piel de Suecia, reemplazándolos por gruesos guantes de gamuza, sacados del bolsillo del carruaje. Luego se deslizó sobre el pescante en el asiento de Edwards, recibiendo de éste las riendas y el látigo con extrema destreza y sin que los caballos, muy excitados, tuviesen tiempo de apercibirse del cambio de mano.
Juanito, con los nervios excitados, acabó por huir, refugiándose en los jardinillos a la inglesa que la gente llama «el Plantío».
Tenía los nervios tan excitados, que con la palabra más insignificante se le disparaban y montaba en furiosa cólera. Además, por el interés vehementísimo de triunfar de su padre, crecían sus coqueterías con Escosura, recién nombrado ministro. Esto era, como debe suponerse, lo que más desgraciado hacía al joven entomólogo.
Palabra del Dia
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