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Actualizado: 28 de junio de 2025
Todo esto, según la pasión se lo iba sugiriendo y según iba pasando y volviendo a pasar por su cerebro como un tropel de diablos que giran en danza frenética, no consentía que lograse un instante su reposo. En vez de dormir se revolcaba en la cama, y sus nervios excitados le hacían dar brincos.
Pero el desaire, siquiera fuese el de una zafia aldeana, le roía el alma. Por más que aparentase alegría, y brincase y cantase como un estudiante crapuloso, lo cierto es que tenia los nervios excitados y prestos a dispararse.
Forman asociaciones según los pueblos africanos a que pertenecen, tienen reuniones públicas, caja municipal, y un fuerte espíritu de cuerpo que los sostiene en medio de los blancos. Los africanos son conocidos por todos los viajeros como una raza guerrera, llena de imaginación y de fuego, y aunque feroces cuando están excitados, dóciles, fieles y adictos al amo o a los que los ocupa.
Pero llegaba la primavera y ella misma, ella le buscaba los besos en la boca; le remordía la conciencia de no quererle como marido, de no desear sus caricias; y además tenía miedo a los sentidos excitados en vano.
Yo no podía menos de mirar a Elena, tan joven, tan inocente, entre todos aquellos hombres excitados y retorcidos de risa.
Quise ensayar con el perrito de mi hermana, y mira lo que me ha hecho... Y levantando un poco los pantalones, le enseñó las huellas de los dientes del animalito en la carne. Estaba muy animado, pero confesaba que tenía los nervios un poco excitados y que dormía mal por la noche. ¡Eso de presentarse delante de un público tan lucido!
Pero el público parecía con los nervios excitados, y su estado de ánimo manifestábase con una injusta animosidad contra ciertos lidiadores o un silencio desdeñoso. El público, estragado por la gran emoción de poco antes, encontraba insípidos todos los lances. Entretenía su fastidio comiendo y bebiendo.
Eran familias de Bilbao que bajaban del tranvía para ir á la orilla del mar. Un grupo de obreros pasaba, camino del chacolín, por entre un bosquecillo de pinos. Cantaban á gritos, excitados por la proximidad del mar, el «Boga, boga, marinero» de Iparraguirre y el coro del bardo vascongado sonaba de tal modo en el alma de la joven, que casi la hacía llorar.
Acariciábale un perfume que venía de ella como una música lejana y conocida. Tal vez fuese ilusión de sus sentidos, excitados por el recuerdo; tal vez una errónea semejanza al encontrarse por vez primera, luego de su embarque, al lado de una mujer elegante.
Puso sus manos en los hombros de él, y al hacer esto, pareció estirarse con felina ondulación, aproximando su rostro. Sospecho murmuró que vamos á ir tal vez más allá de los límites de una simpatía amistosa. ¡Me interesa usted tanto!... Excitados por la soledad, sentían ambos en su interior la audacia de un deseo vehemente.
Palabra del Dia
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