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Actualizado: 8 de mayo de 2025
El joven Belinchón hacía ya más de un año que no iba a las romerías y evitaba todo lo posible caminar a pie. Salía poco de casa, sobre todo de noche, procurando atravesar por las calles más céntricas, sin que por casualidad se le viese jamás solo. Tenía enemigos ocultos y encarnizados.
Aparte de esto, su existencia no había experimentado ningún sacudimiento... ¡Pero el viaje, después, por llanuras interminables, en las que el tren marchaba horas y horas sin encontrar una persona ni una casa, como sobre si la superficie del mundo se hubiese creado el vacío!... ¡La llegada á esta tierra remota, en la que la rueda ó el pie levantaban al avanzar nubes de polvo, y los órganos respiratorios se obstruían con la tierra disuelta en el aire, y todas las gentes tenían un aspecto de abandono, lo que no evitaba que tratasen á los demás con molesto compañerismo, como si se considerasen iguales, al vivir lejos de los otros grupos humanos!... ¡Ay! ¡Dónde había venido á caer!...
Por eso temía el final y lo evitaba. Pero era preciso acabar: á las toses siguieron los bostezos, á los cuchicheos los murmullos. Buscaba sin cesar el remate; daba vueltas alrededor del asunto, procurando una salida airosa; pero no encontraba escapatoria; la palabra se deslizaba de su boca, y afluía continua, sin solución, infinita. "Es preciso concluir," decía la voz interior. "¿Concluir?
Sólo en la mayor intimidad, en medio de pocas almas escogidas, y de alguna que si no lo era se dejaba llevar por el entusiasmo de las otras, se desanudaba suavemente la lengua del P. Enrique; y las narraciones amenas, los discursos elevados, los bellos pensamientos y nobles sentimientos brotaban de sus afluentes labios y penetraban en los corazones y en la mente del poco numeroso auditorio, aunque mejor sería decir de sus pocos interlocutores, porque el Padre evitaba, cuanto podía, monopolizar la palabra y prefería el diálogo en que todos hablasen.
Un obstáculo invencible parecía haberse levantado entre los dos. Watson tenía el rostro sombrío y evitaba mirar á Robledo.
Le habían enseñado algunos capítulos del catecismo como se enseña a los mirlos a silbar cualquier tonadilla; pero siempre profesó los sentimientos más cristianos. Jamás abusó de sus fuerzas contra las personas ni contra los animales; evitaba las querellas y recibía con frecuencia coscorrones, sin devolverlos jamás.
Maldijo aquel sentimentalismo eslavo, confuso é incoherente, igual al de su madre, que no le permitía insistir en la maldad, haciéndole caer, cuando menos lo esperaba, en exageradas sumisiones. ¡Ay, sus lágrimas de arrepentimiento! ¡Aquel beso en la mano del adversario!... Si evitaba el volver al Casino, era por no encontrarse con Martínez y aquellos dos capitanes que habían presenciado el incomprensible final del duelo... Ya no sabía imponer su voluntad; la antigua dureza de su carácter se había disuelto en la catástrofe de sus deseos.
El castillo podía confundirse de lejos con una ruina abandonada. Lewis, perdida la esperanza de poderlo terminar, declaraba de buena fe que así era mejor, pues le evitaba el trabajo de adornarlo con ruinas artificiales.
El áspero senador evitaba el trato con los hombres, acordándose de las desdichas de Momaren y otros personajes. Sus amistades íntimas eran siempre con gente de su sexo. Cuando Flimnap quedó á solas con Gurdilo, en una pieza modestamente amueblada, se apresuró á hacer su propia presentación. Senador, yo soy el pedante de que habló usted ayer; el encargado de guardar al Hombre-Montaña.
Un gabán obscuro la envolvía del cuello a los pies. Su rostro estaba medio oculto por un ancho sombrero y un velo tupido. Ella, que en los días anteriores evitaba todo encuentro con Fernando, pasó repetidas veces junto a él. Hasta creyó adivinar a través del velo que sus ojos le miraban intencionadamente.
Palabra del Dia
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