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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Elena miraba fijamente á Ricardo, como si no lo hubiese visto bien hasta entonces, y él evitaba el encuentro con sus ojos. Entró Pirovani llevando un gran paquete y vistiendo otro traje nuevo, cuadriculado de diversos colores, como la piel de un reptil. Señora marquesa: un amigo mío de Buenos Aires me ha enviado estos caramelos. Permítame usted que se los regale.
Doña Mercedes evitaba las visitas á la princesa. Su sencillez de buena creyente la hacía sentir miedo por las reinas que duran siglos y por aquellos salones obscuros con muebles viejos que parecían palpitar á impulsos de una vida misteriosa. Prefería la conversación plácida y saludable con los sacerdotes mantenidos por ella.
Pero este triunfo le llenaba de tristeza. ¡Cómo le odiaba la gente! La vega entera alzábase ante él á todas horas, ceñuda y amenazante. Aquello no era vivir. Hasta de día evitaba el abandonar sus campos, rehuyendo el roce con los vecinos. No les temía; pero, como hombre prudente, evitaba las cuestiones con ellos.
La analogía de idiomas evitaba aquel defecto deplorable que desgarraba los oídos de mi querido Rossi, cuando en Londres daba el Hamlet en italiano con una compañía inglesa. Encuentro a Booth inferior a Rossi y a Salvini en sus grandes papeles saquesperianos. Su cuerpo se presta admirablemente para el Hamlet, pero el estetismo lo preocupa demasiado, ¡y yo venía de ver «Patience»!
Este carácter no tenía ocasión de manifestarse con él, porque evitaba escrupulosamente todo motivo de choque o disgusto; pero se mostraba en toda su violencia y a cada hora del día con su hija Julia.
Lejos de decrecer, la enfermedad del señor Aubry tendía cada día a agravarse; sentía grandes dolores de cabeza; el menor ruido, repercutiendo en su cerebro adolorido, le causaba vivos sufrimientos, por lo cual se evitaba todo lo que pudiera turbar su descanso.
Su padre le inspiraba desprecio, su madre despego, y sólo seguía adorando a Lilí, único ángel que quedaba ya en la casa. En cuanto a Jacobo, evitaba su presencia en lo posible, y más de una vez sorprendió Currita, con verdadero miedo, en los ojos del niño una mirada de rencor profundo, que relucía entre sus largas pestañas rubias como un acero al salir de la vaina.
No me parecía buena para nada: ni siquiera para aplicarla a los trabajos más vulgares. Nadie la quería y a mí no me importaba ya nada de ella. Unos niños se pusieron a jugar bajo los árboles. Parejas dichosas pasaron estrechamente enlazadas; evitaba su aproximación y me alejaba, buscando, en mi mente, qué lugar había en donde no estuviese solo. Regresé por las calles más desiertas.
En los días siguientes, a medida que buscaba las ocasiones de hablar con ella a solas, la niña las evitaba cuidadosamente. Sin embargo, una vez que doña Rosalía se levantó dejándolos solos en el estanquillo, Miguel la cogió una mano y casi a viva fuerza se la besó. Maximina se puso encarnada y no supo más que decir: ¡Oh, por Dios!...
Observábase que ponía particular empeño en realzar a fuerza de respetuosas consideraciones la humillante situación de la huérfana; pero al mismo tiempo parecía como que evitaba toda clase de intimidad con ella, y lo que es más, manifestábale habitualmente una reserva vecina a la frialdad, cual si desconfiara ora de ella, ora de sí propio.
Palabra del Dia
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