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Actualizado: 10 de octubre de 2025
Córdoba y Sevilla le preparaban arcos triunfales y emblemáticas adulaciones aunque le sospechaban parricida: temianle las mismas ciudades ortodoxas que defendia, y es de creer que al recibirle en su Puerta Real la reina del Guadalquivir, de mejor gana que el Parnaso y el coro de Helicona , le hubiera presentado alguna otra alegoría mas acomodada á sus empresas; por ejemplo, el carro triunfal de la España católica conducido hácia la gran fantasma de la monarquía universal, llevando por guiones la Inquisicion y el Consejo de justicia , por un campo lleno de hogueras, destrozos, poblaciones asoladas, familias diezmadas y despavoridas; sobre el carro la Fé católica desfigurada y abatida, condenada por el rey á un triunfo forzado, y en torno por el aire, en vez de divinidades protectoras y genios, de una parte el espantable espectro del príncipe D. Cárlos, de otra los de los malhadados condes de Egmont y de Horn acaudillando una interminable legion de indignadas sombras.
Quiero encarar frente á frente mi destino para quitarle sus trazas de espectro; quiero también abrir mi corazón, donde desborda el pesar, al único confidente cuya piedad no puede ofenderme, á ese pálido y único amigo que me contempla... á mi espejo. Quiero, pues, escribir mis pensamientos y mi vida, no con una exactitud cotidiana y pueril, pero sin omisión seria, y sobre todo sin mentira.
En las noches de luna vagaba por el claustro un espectro blanco, el alma de un fraile maldito que aguardaba la hora de la redención paseándose por el lugar de sus pecados. Allá marcharon los fugitivos un día lluvioso de invierno, azotados por el aguacero y el huracán, siguiendo el mismo camino que ahora seguía Febrer, pero un camino antiguo que sólo tenía de tal el nombre.
Tenía pintada en su cara la ansiedad más terrible; su piel era como la cáscara de un limón podrido, sus ojos de espectro, y cuando se acercaba a la mesa de los espiritistas, parecía uno de aquellos seres muertos hace miles de años, que vienen ahora por estos barrios, llamados por el toque de la pata de un velador.
»Esta vez fui recibida en la sala, pieza triste y pobre, sin otro lujo que el aseo, el cual relucía hasta en los damascos descoloridos de los muebles. Apareció el matrimonio a los pocos momentos de estar yo aguardando. La mujer era el mismo espectro de la otra vez, pero sin la calceta, aunque no por eso me pareció menos terrible.
Entonces, como ahora, había una gran pasión por los ídolos de la tauromaquia, el arte nacional por excelencia. Frascuelo y Lagartijo recogían en su joyante capote el último rayo del gran sol de la raza y despertaban el único latido de la conciencia nacional. Y aun no había surgido en el horizonte el espectro trágico, grotesco e infame del desastre colonial.
Din dan, din don , din dan, din don , dobla, dobla el són monótono, dobla el toque funeral, y el Rey espectro su gozo refina en este sollozo, en este intenso suspiro que en su giro remeda el doble augural que va recordando al hombre de su existencia el final.
¡La duda! ¡Horrible espectro que ennegrece nuestra alma con su sombra! ¿Habéis dudado alguna vez de vuestra esposa o de vuestra madre...? Porque si no habéis dudado alguna vez de cualquiera de esos dos seres que son vuestro corazón y vuestro nombre, no comprenderéis lo terrible de la duda cuando se refiere a objetos tan sagrados.
La imágen de la cumbre del Rigi se reflejaba con todos los objetos que la coronaban en el muro vertical de nubes negras, y las figuras humanas aparecian en aquella fantasmagoría con las mas extravagantes formas y las tintas mas románticas. Pero sol, espectro solar, cielo, lagos, paisajes y montañas, un momento visibles, desaparecieron luego como por encanto en pocos segundos.
¿Y qué quiere la Dorotea? preguntó el duque estremeciéndose, porque veía de nuevo asomar la fatídica figura del bufón, que había llegado á convertirse para él en un espectro. La Dorotea... quiere ver á vuecencia... al momento; me ha mandado llamar para eso solo... está enferma... muy enferma... Iré, iré... Id á decírselo. Un momento, señor; tengo que hablar á vuecencia de asuntos míos.
Palabra del Dia
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