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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Trecientos piden por él. Si te compro, serás bueno? Aunque vos no me compreis, Seré bueno. Serlo heis? Ya lo soi, sin ser ageno. Por este doi ciento y treinta. Vuestro es, venga el dinero. En casa daroslos quiero. El corazon me revienta! Comprad, compañero, esotro. Ven, niño, vente á holgar. Señor, no he de dexar Mi madre por ir con otro. Ve, hijo, que ya no eres Sino del que te ha comprado.
No es penitencia para menos respondió el Cojuelo . Diferentemente le sucede a esotro pobre y casado, que vive en esotra casa más adelante, que después de no haber podido dormir desde que se acostó, con un órgano al oído de niños tiples, contraltos, terceruelas y otros mil guisados de voces que han inventado para llorar, ahora que se iba a trasponer un poco, le ha tocado a rebato un mal de madre de su mujer, tan terrible, que no ha dejado ruda en la vecindad , lana ni papel quemado, escudilla untada con ajo, ligaduras, bebidas, humazos y trescientas cosas más , y a él le ha dado, de andar en camisa, un dolor de ijada, con que imagino que se ha de desquitar del dolor de madre de su mujer.
Esotro que está en esotro aposentillo prosiguió el Cojuelo es un ciego enamorado, que está con aquel retrato en la mano , de su dama, y aquellos papeles que le ha escrito, como si pudiera ver lo uno ni leer lo otro, y da en decir que ve con los oídos. En esotro aposentillo lleno de papeles y libros está un gramaticón que perdió el juicio buscándole a un verbo griego el gerundio.
Y saliéndose al ejercicio de la noche pasada, aunque las calles de Sevilla, en la mayor parte, son hijas del Laberinto de Creta, como el Cojuelo era el Teseo de todas, sin el ovillo de Ariadna, llegaron al barrio del Duque, que es una plaza más ancha que las demás, ilustrada de las ostentosas casas de los Duques de Sidonia, como lo muestra sobre sus armas y coronel un niño con una daga en la mano , segundo Isaac en el hecho, como esotro en la obediencia, el dicho que murió sacrificado a la lealtad de su padre don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, alcaide de Tarifa; aposento siempre de los asistentes de Sevilla, y hoy del que con tanta aprobación lo es, el Conde de Salvatierra , gentilhombre de la cámara del señor infante Fernando y segundo Licurgo del gobierno.
Al agua Del olvido; al pozo eterno De la muerte, donde aguarda Tomar esta Nave puerto, En quien la vida se embarca, Para atravesar el golfo De esotro hemisferio. ¿Pasas Alguna mercadería? Y no de poca importancia. ¿Qué llevas? Coronas, cetros, Laureles, mitras, tiaras, Bastones, tridentes, plumas, Ingenios, bellezas raras. ¿De qué sirve ese instrumento Que al hombro llevas?
Aquel que está a la puerta de esotro aposentillo con unas alforjas al hombro y en calzón blanco, le han traído porque, siendo cochero, que andaba siempre a caballo, tomó oficio de correo de a pie.
Luego, en esotro aposentillo, está un letrado que se desvaneció en pretender plaza de ropa , y de letrado dió en sastre, y está siempre cortando y cosiendo garnachas.
Esotro que está en esotro de más arriba con un halcón en la mano, es un caballero que, habiendo heredado mucho de sus padres, lo gastó todo en la cetrería y no le ha quedado más que aquel halcón en la mano, que se las come de hambre. Allí está un criado de un señor que, teniendo qué comer, se puso a servir. Allí está un bailarín que se ha quedado sin son, bailando en seco.
Y en esotro coche, don Antonio de Luna y don Claudio Pimentel, del Consejo de Ordenes, Cástor y Pólux de la amistad y de la generosidad. ¡Ay, señor!, aquel que pasa en aquel coche dijo la Rufina , si no me engaño, es de Sevilla, y se llama Luis Ponce de Sandoval, Marqués de Valdeencinas, y como que me crié en su casa.
Palabra del Dia
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