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Deseando Tacca tener a la vista un buen retrato del Rey, se le mandó uno ecuestre de mano de Velázquez con sombrero puesto y menor que el natural: pidió el italiano otro donde poder estudiar mejor la real persona, y Velázquez lo hizo hacia 1633 de perfil, de busto y sin sombrero , enviándosele además un busto del Rey por Martínez Montañés, tal vez el que se ve indicado en la parte inferior derecha del retrato que a este escultor hizo Velázquez.

En el fondo de un arco sepulcral revestido de mármoles negros, arrodillada delante de un reclinatorio, con las manos juntas y la cara vuelta hacia el altar, vieron, en efecto, la imagen de una mujer tan bella, que jamás salió otra igual de manos de un escultor, ni el deseo pudo pintarla en la fantasía más soberanamente hermosa. En verdad que es un ángel, exclamó uno de ellos.

Y en verdad que parecía sacrilegio tocar en aquel cuerpo, prodigio de hermosura y elegancia. María no poseía aún, ni era de presumir que poseyera nunca, atento su temperamento, la plenitud de la forma femenina. Era un poco delgada para que pudiera servir de modelo a un escultor.

Las hace circular y las recoge luego cuidadosamente, lo mismo que un tenor... Eso es, un tenor: un tenor de sotana. Y hablaba con irónico asombro de las múltiples y mediocres habilidades del abate viajero y verboso: conferencista, pintor, escultor, poeta y músico. Maltrana sabía esto por uno de los periódicos que repartía él mismo.

El dinamarqués Thorwaldsen tallaba, a los trece, mascarones para los barcos en el taller de su padre, que era escultor en madera; y a los quince ganó la medalla en Copenhague por su bajorrelieve del Amor en Reposo. Los poetas también suelen dar pronto muestras de su vocación, sobre todo los de alma inquieta, sensible y apasionada.

En 1616, el Duque de Lerma había mandado al escultor florentino Pedro Tacca, que hiciese la estatua de Felipe III que esta hoy en la Plaza Mayor de Madrid; en 1632, el Conde Duque de Olivares, no queriendo ser menos adulador, le encargó la de Felipe IV para colocarla en el Retiro.

Si ese templo no es una exposicion de bellas artes, ¿á qué viene el nombre del artista? Si es un lugar de veneracion, ¿á quién tenemos que venerar sino al santo? El escultor pone tambien su nombre; es decir, pide su parte de devocion, de culto; reclama tambien su parte de limosna á la fe del creyente. El escultor quiere reinar al lado del héroe de la Iglesia.

Tanto que a los pocos días le llevó sigilosamente hacia un rincón y le dijo con misterio que si se lo permitía iba a dar «otro tiento» a Sánchez: desconfiaba bastante del éxito, pero iba a hacer un esfuerzo supremo... «Ya veríamosEn el pecho del joven escultor renacieron súbito las esperanzas.

Lo único que yo diré es que en lo científico, el imitar y el alcanzar se comprenden, porque en lo científico cabe y hay progreso; pero en lo puramente literario y artístico no se progresa nada. El progreso no trae escultor que valga más que Fidias, ni lírico mejor que Píndaro, ni trágico mejor que Sófocles, ni orador más elocuente que Demóstenes, ni poeta más inspirado y elegante que Virgilio.

Grandes fueron los temores y sobresaltos de la marquesa, como ya se dijo, cuando por primera vez tomó en sus brazos a su hija; pero fueron mucho más grandes al trasponer las puertas de su encierro con ella, ya mujer, y mujer que parecía modelada en la mente de un escultor enamorado. Tan singular era su belleza.