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Actualizado: 2 de julio de 2025
Comenzaron por besarse según costumbre, después de lo cual, anticipándose Beatriz a la vizcondesa, le habló en estas palabras: ¡Es singular! Cuando anoche recibí tu billete iba yo a escribirte rogándote que vinieras hoy a verme... tengo que pedirte un favor... ¿Un favor? repitió la señora de Aymaret sentándose a su lado.
En este momento está más tranquilo, pero la postración es completa y espantosa. Elena reza y llora en silencio. Acabo de separarme de ella para escribirte. No tengo esperanza de que se salve nuestro amigo. La misma noche, a la una. Nuevo ataque, más terrible y más corto. Respira con trabajo y cada aliento parece un gemido.
»Y he aceptado el encargo de escribirte esta carta violentándome mucho, porque sé la pena que ha de causarte: pero ten la seguridad de que nadie participará de ella tan sinceramente como tu antigua y buena amiga, Manuel estuvo abatidísimo durante la lectura de la carta, y concluida, interrogó a su amigo con la mirada, invitándole a que hablase. Pepe lo hizo así: ¿Qué quieres que te diga?
»Con motivo tan poderoso y la promesa formal de ser más diligente para escribirte en lo sucesivo, termino aquí esta carta ofreciéndote su extensión y las franquezas de que va henchida, como ejemplos que estás obligada a imitar cuando me contestes; sobre todo el de la franqueza. Con ella y el acopio que habrá en casa, ¿qué mejor novela para mí que la carta que me escribas?
El que hace bien es de Dios; mas el que hace mal, no ha visto a Dios. 12 Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la misma verdad; y también nosotros damos testimonio; y vosotros habéis conocido que nuestro testimonio es verdadero. 13 Yo tenía muchas cosas que escribirte; pero no quiero escribirte con tinta y pluma, 14 porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara. Paz sea contigo.
Claro que volveré; y si no te encuentro aquí..., en Madrid nos reuniremos. ¿Me escribirás a menudo? ¿Podré yo escribirte? Siempre que quieras. ¿Verdad que no estás hastiado de mí? ¿Me quieres? ¡Con toda mi alma! ¡Oh inacabable encadenamiento de frases, tan tontas para escritas como deliciosas para pronunciadas y oídas!
Porque tú pensarás que en una soledad como la de Peleches, hasta por recurso de distracción debiera ser yo muy diligente en escribirte, y que cuando no lo hago ni siquiera para entretener el fastidio que debe de estar consumiéndome, señal es de que no me acuerdo ni de la Virgen de tu nombre.
En Lisboa sólo pude escribirte unas líneas en una postal. Me faltó el tiempo. El tren llegó con retraso; luego el registro de los equipajes en la Aduana y el trasatlántico que estaba ya fondeado en el río, mugiendo a cada instante como el que no quiere esperar. ¡Y yo que soy tan torpe para los menesteres vulgares de la vida!... Recuerda cuántas veces te has reído de mi inutilidad en nuestros viajes... Nuestros viajes ¡ay! tan lejanos, ¡tan lejanos! que no sé cuándo volverán a repetirse... Por fortuna, encontré en el tren a un compañero: un tal Isidro Maltrana, tipo curioso, al que conocí vagamente en mis tiempos de bohemia heroica, y que va, como yo, a Buenos Aires. La identidad de nuestros destinos nos ha hecho intimar rápidamente. Hace unas sesenta horas que estamos juntos, y no parece sino que hemos andado apareados toda la vida.
"Adriana, mi único desahogo es escribirte aquí, en estas páginas que nadie ha de leer nunca.
También esta vez tengo que excusarme por mi lentitud en escribirte; pero tenía una repugnancia inconcebible a la pluma, al papel, a mis ideas, a mis sentimientos, a todo, hasta a Luciana... Sí, Luciana, mi Luciana me resultaba una carga, un dolor, un despecho constante. Estaba celoso, y la he ofendido gravemente, como un estúpido.
Palabra del Dia
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