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Actualizado: 16 de octubre de 2025


Dos o tres veces escribí una palabra por otra; eché a perder una hoja de papel sellado, y estaba yo a punto de decir: «¡No sigo escribiendo! ¡Estoy enfermo!...» cuando dio la una. Corrí a la casa. El P. Herrera conversaba en la sala con mis tías, y Angelina arreglaba la mesa en el comedor. No me sintió al llegar; me tenía a su lado y no me había visto.

En ese parque daré una fiesta, una garden-party, en honor de nuestra amiga la marquesa, y hasta me proporcionaré la venganza de invitar á ese rústico enriquecido, para que se muera de envidia. Usted me hará el favor de dirigirlo todo. Aquí tiene las instrucciones; las escribí anoche, aprovechando mi falta de sueño.

Hija mía, dijo Clementina sentándose cerca de la ventana; ayer hizo una semana que estamos aquí ... Sabes que el día siguiente mismo de nuestra llegada escribí á tu marido para rogarle que viniese á reunirse con nosotras ... ¿Cómo es que no ha venido, ni ha dado siquiera noticias suyas? Pero, tía mía, dijo claramente Herminia, si nosotras no hubiéramos partido, no hubiera sucedido todo esto....

No seas tonta, mujer... no seas tonta... ¡para divertirlo y darle un mal rato no tienes que aguardar por república ni repúblico! ¿Que no? ¿Sabes lo que yo había de hacer? Pues esto mismo. Coger papel y pluma.... ¿Conoce tu letra? Nunca le escribí. Mejor. Pues escribirle a la de García una carta bien explicada, para que no se deje engañar por él. ¿Un anónimo? ¡Quita allá!

Escribí a mi casa que yo no había menester ir más a la escuela, porque, aunque no sabía bien escribir, para mi intento de ser caballero lo que se requería era escribir mal; y así, desde luego renunciaba la escuela por no darles gasto y su casa para ahorrarlos de pesadumbre. Avisé de dónde y cómo quedaba y que hasta que me diesen licencia no los vería.

Mas, con todo, creo que fuera mejor dar cuenta desto a Anselmo, pero ya se la apunté a dar en la carta que le escribí al aldea, y creo que el no acudir él al remedio del daño que allí le señalé, debió de ser que, de puro bueno y confiado, no quiso ni pudo creer que en el pecho de su tan firme amigo pudiese caber género de pensamiento que contra su honra fuese; ni aun yo lo creí después, por muchos días, ni lo creyera jamás, si su insolencia no llegara a tanto, que las manifiestas dádivas y las largas promesas y las continuas lágrimas no me lo manifestaran.

Hasta creo que me admiraba un poquito á causa de mi pluma, y eso que era incapaz de admirar á nadie, convencido como estaba de que la presidencia de la República le correspondía de derecho. Pero aún no creía llegado el momento de ocuparla. Nuestra intimidad dató de un libro que escribí para él después de la guerra: Historia de la división del Oeste.

Los vencejos volaban satisfechos alrededor de un agudo campanario que desde mi ventana se distinguía. Sin vacilar un instante y sin reflexionar que iba a perder en un momento el beneficio de tantos meses de prudencia, escribí a Magdalena. Lo que le decía era insignificante.

Me lo hizo jurar a también; y Carlos, cuando estuvo restablecido, partió para un país extranjero, para Inglaterra; pero antes de partir me encargó que velara por usted, y, fiel a este encargo, no la he abandonado, me he ocultado para verla, y para escribirle de usted: «La he visto». Pero hace algunas semanas que le escribí: «Está muy enferma»... Entonces lo ha dejado todo y ha vuelto.

Hervía en sacristanes y demandaderas de monjas; ciegos me sustentaban a pura oración, ocho reales de cada una; y me acuerdo que hice entonces la del Justo Juez, grave y sonorosa, que provocaba a gestos. Escribí para un ciego, que las sacó en su nombre, las famosas que empiezan: Madre del Verbo humanal, Hija del Padre divino, dame gracia virginal, etc.

Palabra del Dia

mármor

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