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Actualizado: 16 de octubre de 2025


-Así es como dices -dijo don Quijote-, porque el librillo de memoria donde yo la escribí le hallé en mi poder a cabo de dos días de tu partida, lo cual me causó grandísima pena, por no saber lo que habías de hacer cuando te vieses sin carta, y creí siempre que te volvieras desde el lugar donde la echaras menos.

Tan luego me hospedé, escribí a mi hermano, anunciándole mi próximo regreso; lo cual bastaba para poner término a las investigaciones que se hacían para averiguar mi paradero, y que probablemente traerían ocupado todavía al jefe de policía de Estrelsau.

Aunque en mal francés, escribí una carta al padre del muchacho, y aunque en mal italiano tambien, escribí otra carta á la hermana de Luisa, pintando en ambas el abandono, la desesperacion y el peligro en que se veía esta desgraciada.

Ese día Marta declaró que le era imposible levantarse de la cama; no sentía vivos dolores decía, pero sus piernas se negaban a llevarla. Así veía yo adelantar el desastre, cada vez más amenazador. No podía esperar más: «Ven a cumplir tu compromiso mientras todavía es tiempo» escribí a Roberto.

Dijo mi tío: -Ya os acordáis, sobrino, lo que os escribí de vuestro padre. Vínoseme a la memoria; ellos comieron, pero yo pasé con los suelos solos, y quedéme con la costumbre, y así, siempre que como pasteles, rezo una avemaría por el que Dios haya.

Eso le escribí yo... Y le envié la Vida de san Estanislao y una estampita de san Luis de Gonzaga... Pero me contestó que él era muy desgraciado y tenía que hacer en el mundo una cosa muy grande, muy grande... Yo no lo que será...

No si por esto, yo que había olvidado completamente á mis pobres padres, lloré por aquella mujer. Quedéme en la casa como dueña. Escribí á mi esposo participándole la muerte de su tía, y al poco tiempo recibí una carta enlutada. La abrí con el corazón helado y recibí un golpe cruel.

En los años transcurridos desde la primera edición de este prólogo, el señor Pereda ha publicado tres novelas más: Sotileza, La Montálvez y La Puchera. Como complemento de la historia de sus libros, reproduzco a continuación los dos artículos que escribí sobre la primera y la tercera de estas novelas al tiempo de su aparición.

Luego pensé en la conveniencia de ensanchar este relato, un poco seco y conciso, haciendo de él una novela, y escribí LA BARRACA.

Escribí a mi casa que yo no había menester más ir a la escuela porque, aunque no sabía bien escribir, para mi intento de ser caballero lo que se requería era escribir mal, y que así, desde luego renunciaba la escuela por no darles gasto y su casa para ahorrarlos de pesadumbre. Avisé de dónde y cómo quedaba y que hasta que me diesen licencia no los vería.

Palabra del Dia

mármor

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