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Creía de buena fe, con un escepticismo de profesional fatigada, que todos habían venido al mundo sólo para esto y eran incapaces de experimentar otros deseos. En todos los viajes es lo mismo, mon cher. Así como nos acercamos al Ecuador, los hombres se ponen locos y hay que sacudírselos como moscas. Y yo, ¡por nada del mundo!... ¡Aunque me ofrezcan mil! ¡aunque me ofrezcan dos mil!

Los reveses no le arrancaron el entusiasmo por lo que amaba, ni exacerbaron su escepticismo; pero, al convencerse de que las condiciones de la vida habían variado por completo para él, adquirió una serenidad que, contrastando con los pocos años, daba a sus frases un dejo amargo y melancólico. Aun las sátiras más enérgicas parecían brotar tristemente de su boca.

Nadie tiene derecho, se dijo, a convertir el escepticismo en inacción. Mientras en el mundo suene una queja engendrada por el egoísmo y la injusticia, quien se precie de bueno debe luchar hasta morir, que para caer herido en defensa de lo santo no hace falta creer: basta amar.

El espíritu de don Quintín se llenó de sombras: parecía que en su pensamiento se habían juntado el furor de los héroes clásicos, la melancolía de los galanes románticos y el escepticismo de los protagonistas de drama moderno, todo lo cual, el pobre hombre, instintivamente, resumía en aquella horrible frase de su querida: «Sin bolsa llena, ni rubia ni morenaDicho lo cual se fue.

La meditación del sacerdote fue larga y dolorosa. La hoja aguda y fría del escepticismo penetraba en sus entrañas: una mano cruel la revolvía sin piedad para desgarrárselas mejor. Lo que aquel hombre, enloquecido por el dolor, decía quizá no fuese cierto. Pero ¿lo era lo que afirmaba el cristianismo?

Y realmente ¡cuan peligroso seria en un juez un sistema de investigacion llevado hasta la incredulidad y el escepticismo! ¡Cuan insuperables serian las trabas que opondria al curso de la justicia una conciencia incontentable, que desconfiase de la razon, y protestase contra sus fallos!...

Era, en fin, ese grande ingenio, cuyas obras leemos con deleite, perdonándole su cinismo, su escepticismo, su desvergüenza; ese grande ingenio á quien amamos, por lo que nos entretiene y por lo que nos enseña; ese hombre, á quien acaso ennoblecemos, ó á quien no comprendemos tal vez; esa colosal figura, colocada la mitad en luz y la mitad en sombra.

Los mismos que protegían antes su empresa dudaban ahora francamente del éxito, resistiéndose á proporcionarle más dinero para su continuación. Un ambiente de escepticismo y descrédito iba esparciéndose en torno á todo lo que era de la Presa. Llegó el invierno sin que Robledo hubiese podido salir de Buenos Aires.

Os reiréis de , y creeréis hacerme mucho favor llamándome solamente loco. Yo escribo para los que sufren; para los que lloran. Los que no veis la vida sino al través del escepticismo, no podéis comprenderme. ¡Callad! porque si estoy loco, mi libro es una verdad. La verdad de la locura. ¿Estáis vosotros seguros de que tenéis razón? ¡Ah! ¡ah! ¡ah!

Si no es valedero el testimonio de la conciencia, si no es seguro el juicio á que él nos impele por necesidad, ¿de qué podremos asirnos para no precipitarnos en el escepticismo mas absoluto? ¿dónde podremos buscar un cimiento sólido para levantar el edificio de nuestros conocimientos? Ahora voy á demostrar que esta substancia es simple.