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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Pero él no se desconcertó, y la circunstancia de verse escuchado con atención, dábale un valor desconocido. ¡Ánimo! «Si usted me quiere, yo la adoraré, yo la idolatraré a usted...». Revelaba la tal mujer un gran escepticismo, y lo que hacía la muy pícara era tomar a risa la pasión del joven.

Crispaba sus labios en ambas extremidades aquel pliegue oblicuo, huella de la amargura, del desprecio, del escepticismo, del vicio cansado siempre y no satisfecho nunca, que aparece tan al vivo en los buenos retratos de Byron, como si por allí se deslizaran todavía aquellas abrumadoras palabras de su último lamento: ¡Por todas partes, implacable y frío, Fue detrás de mis pasos el hastío!...

Yo no soy orgullosa y mi mamá hace todo lo que yo quiero. Sin darse por vencido, no ocultando su triste escepticismo, Ramón objetó todavía: Su mamá hace ahora todo lo que V. quiere, niña, porque V. está enfermita; pero cuando V. sane, será otra cosa...

»Su risa de hoy me ha hecho daño. No habría querido que se riera al oír el relato de un acto heroico. Tan grande como es su confianza, es profundo y amargo su escepticismo... ¿Quién lo ha hecho así? La vida, dice él. »Mayor es la pena que he tenido al oírle reírse de mismo. Cuando se ríe con esa risa falsa, me parece que hubiera algo de desgarrado en su voz, en su pecho...

En esta refutacion de los escépticos nada encuentro que pueda destruir el escepticismo. Aun suponiendo que todos admiten el principio de causalidad, lo que no es exacto, ¿qué se puede sacar de este principio cuando se señala por único criterio la obra del mismo entendimiento que ha de emplear el principio?

Para matarse había tenido que olvidarlas. ¡Y las había olvidado! ¡Su fe en Dios no era tan firme como parecía, puesto que la había dejado darse la muerte! ¡Se había matado pensando en una extraña, sin dejarle a él una palabra de despedida, arrojándolo en cambio al escepticismo de que había querido sacarlo!

Existe algo; cuando menos nosotros, cuando menos esta percepcion que en este acto sentimos, cuando menos la apariencia de esta percepcion. Prescindo ahora de todas las cuestiones que se agitan entre los dogmáticos y los escépticos; solo pongo un dato que nadie me puede negar, siquiera se lleve el escepticismo hasta la última exageración.

Los mismos filósofos que llevaron mas lejos el escepticismo, han convenido en la necesidad de acomodarse en la práctica á las apariencias de los sentidos, relegando la duda al mundo de la especulacion. Un filósofo disputará sobre todo, cuanto se quiera; pero en cesando la disputa deja de ser filósofo, continúa siendo hombre á semejanza de los demás, y disfruta de la certeza como todos ellos.

El mundo en , será lo que se quiera suponer; mas para nosotros no será nada. Esta ley se aplicará á todas las inteligencias, de manera que la realidad solo podrá ser conocida por la causa primera. Estas consecuencias son inadmisibles en no arrojándose sin reserva al campo del escepticismo, y no obstante son inevitables en el sistema de Vico.

Original ocurrencia la de querer combatir el escepticismo con un sistema que le abre la mas anchurosa puerta. Como estas prescinden absolutamente de la existencia, puede suponérselas conocidas hasta por un entendimiento que no las produzca en la realidad.

Palabra del Dia

rigoleto

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