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Actualizado: 8 de julio de 2025


Si no lo hubiese llevado en mis entrañas murmuró dudaría que fuese mi hijo. Después el gran poeta tuvo que separarse de Momaren para atender á sus admiradores. Todos protestaban del hecho escandaloso que se estaba realizando en aquellos momentos sobre las gradas del templo de los rayos negros. ¡Ya no hay categorías, ni respeto ... ni vergüenza!

De cuando en cuando gritaba: «¡Miau! ¡Miau!», procurando imitar el maullido de los gatos y consiguiéndolo a medias. Acercose al fin a la puerta, y una vez allí repitió con más fuerza y más a menudo sus formidables maullidos. Hasta que salió Paca, y poniéndose en jarras comenzó a increparle. ¿Eres , so arrastrao, porconaso, escandaloso?

Ninguno de los razonamientos a los cuales pudiera yo apelar como sacerdote tiene fuerza sobre su ánimo. Al contrario, dadas sus ideas, es posible que sirviesen para embravecerle más, o cuando menos de mofa... , interrumpió la dama con voz chillona, malévola, mi marido ha sido siempre un impío, un ateo escandaloso.

Las tarifas prohibitivas y protectoras, y por tanto muy elevadas, y el exceso de reglamentacion, hacen difícil y relativamente reducido el comercio de un Estado tan considerable como aquel. ¿Cuál es el resultado? La corrupcion de los funcionarios al servicio de las aduanas, y el contrabando inmenso y escandaloso, responden tristemente.

Se sonríe mirándolo con aire triste, y continúa: Tienen verdadera necesidad de él en casa; porque, ya lo ves, hay tres chicos todavía, que alimentar y vestir sin contar que, desde que yo partí, tienen que valerse de una criada. ¿No tienes hermanas? pregunta Juan. Ella menea la cabeza y dice, lanzando de improviso una risotada: ¡Es escandaloso! Ni siquiera una, de la cual pudieras hacer tu mujer.

Detrás venía Gallardo, seguido de una escolta interminable de toreros y amigos, todos vestidos de colores claros, con cadenas y sortijas de escandaloso brillo, llevando en las cabezas fieltros blancos, que contrastaban con la negrura de los trajes femeninos. Gallardo mostrábase grave. Era un buen creyente.

Un caballero de tanta religión como usted no podía emparentar con un hombre tan escandaloso. ¡Toda, la culpa la tiene ese bribón de las gafas! añadió arrojando miradas fulgurantes hacia el sitio donde estaba Moreno. ¡Si don Pantaleón antes era un bendito! Recuerdo que una vez que estuve en su casa se levantó una tempestad de truenos y relámpagos.

Jamás había hecho tanta sensación ella, la viudita, con el vestido más escandaloso, como Ana con su hábito y su beatería. «¡Qué atrasado, pero qué atrasado estaba aquel miserable lugarón!». Entretanto Ana recobraba el apetito, la salud volvía a borbotones. Tenía sueños castos, tales se le antojaban, sin sujeto humano, como decía Ripamilán, pero dulces, suaves.

Debía también enterarse de la marcha de los trabajos. La idea de acompañar al espada en esta excursión hizo sonreír a doña Sol por lo absurda y atrevida. ¡Ir a aquel cortijo donde pasaba la familia de Gallardo una parte del año! ¡Entrar, con el estruendo escandaloso de la irregularidad y del pecado, en aquel ambiente tranquilo de casero corral, donde vivía con los suyos el pobre mozo!...

Sería alguna extranjera. Rafael la tenía frente a su banco y veía su mano enguantada apoyándose en el antepecho de la tribuna, agitando el abanico con escandaloso crujido. El resto de su cuerpo se confundía en la penumbra de la tribuna al echarse atrás para cuchichear y reír con su acompañante. Distraído por aquella revista, Rafael apenas atendía al orador.

Palabra del Dia

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