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Actualizado: 27 de mayo de 2025
El padre vicario, que es un alma de Dios, siempre en Babia, me sirve tanto o más que Antoñona, sin advertirlo él: porque todo se le vuelve a hablar de Luis con Pepita, y de Pepita con Luis; de suerte que este excelente señor, con medio siglo en cada pata, se ha convertido ¡oh milagro del amor y de la inocencia! en palomito mensajero, con quien los dos amantes se envían sus requiebros y finezas, ignorándolo también ambos.
Alta es de Apolo, pero simple hazaña. Los demas de la turba defraudados Del esperado premio, repetian Los himnos de la envidia mal cantados. Todos por laureados se tenian En su imaginacion antes del trance, Y al cielo quejas de su agravio envian. Pero ciertos poetas de romance Del generoso premio hacer esperan A despecho de Febo presto alcance.
Hasta se olvida que hacen falta naranjos para producir las naranjas; pues, mientras que la fruta nos la envían directamente del Mediodía metida en cajones, el árbol de la estufa donde pasa el invierno, cortado, transformado, disfrazado, sólo una vez aparece, y durante breve tiempo, al aire libre en los paseos públicos.
Los que transitan por las calles silban maquinalmente danzas del otro lado del Océano, canciones de marcha de los soldados de la Unión. La gente se detiene en las plazas para admirar la agilidad de los americanos en mangas de camisa que se envían la pelota y la devuelven luego de captarla entre sus guantes de esgrima.
Ya me envían una torta de bizcocho, ya un cuajado, ya una pirámide de piñonate, ya un tarro de almíbar. Los obsequios que me hacen no son sólo estos presentes enviados a casa, sino que también me han convidado a comer tres o cuatro personas de las más importantes del lugar. Mañana como en casa de la famosa Pepita Jiménez, de quien Vd. habrá oído hablar sin duda alguna.
Mi existencia sólo sirve para hacer sufrir a los demás, sin culpa mía, bien lo sabes. ¡Ay, Marianela! Te escribo desde mi cuartito, a las dos de la mañana. Todos duermen en casa. Se han pasado el día atosigándome con sus planes, que no son los míos. La ventana está abierta. Las estrellas me envían sus resplandores.
Pero á esta amenaza resulta otro nuevo peligro, porque á ella responden los indios que si les envían otros Curas que no los conocen ni acaso saben su idioma, los recibirán con flechas como inútiles para su pasto espiritual, y que llegando el caso de querer salir los Padres, sólo lo conseguirán después de dejarlos enterrados, porque antes no lo permitirán, aunque quisieran, y primero les quitarán la vida que darles libertad para la fuga.
Yo, señora, soy vuestro humildísimo servidor que besa vuestros pies, Francisco Martínez Montiño. ¡Ah! ¿sois el cocinero mayor de su majestad? Sí; sí, señora. Pero explicadme... explicadme... porque no comprendo por qué os envía el Santo Oficio de la general Inquisición. Ni yo lo entiendo tampoco, señora. ¿Pero á qué os envían?
Dime que no en seguida, o te araño. ¡Dónde iba yo a meterte!... Nada de teatro: queda prohibido. Escribirás en los periódicos, escribirás libros; y si alguna vez las señoronas te envían cartitas, entusiasmadas por esas cosas tan monas que sabes decir, ¡cuidado con hacer caso de ellas!... Mira que tú aún no me conoces; mira que yo, cuando le tengo ley a una persona, soy peor que una mosca.
Ya se sabe... y como los españoles, aun siendo contrabandistas, son demasiado religiosos para comprar cualquier cosa que haya tocado un excomulgado, le envían a usted para que bendiga estas ricas telas, estos brillantes aceros, a fin de que quede tranquila la conciencia de los compradores y de aligerar la cueva del convento. En fin, aunque en pequeño, somos Dios y el diablo.
Palabra del Dia
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