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Actualizado: 25 de junio de 2025
Este modo de discurrir a que me entregué cediendo a la fuerza de mis inveterados resabios de mal disfrazado egoísmo, resucitados en presencia de aquél, para mí, tan nuevo como aflictivo espectáculo, llegó a causarme cierto rubor.
Me entregué rechinando los dientes de furor, con la cara inundada de lágrimas de angustia y sublevada de asco y de odio, mientras que usted, monstruo, parecía encantado por mis estremecimientos de espanto y de cólera... Cuanto más le rechazaba, más enloquecido estaba usted por la pasión. No parecía sino que era mi resistencia lo que usted apetecía y que gozaba más de su victoria que de su amor.
Y, para mayor seguridad, bajé yo misma a la ciudad y entregué la carta al postillón que justamente se preparaba a partir para Prusia. En el momento en que el sobre se escapó de mis manos, sentí como una puñalada en el corazón; se habría dicho que con esa carta entregaba mi alma a potencias desconocidas.
Pues bien; voy a deciros lo que quiero, pero antes sacudíos la borrachera, y escuchad, si os place dijo Godfrey con acento furioso; el mismo había bebido más de la cuenta, a fin de convertir su tristeza en cólera ciega . Quiero deciros que es preciso que le entregue al squire ese arriendo de Fowler, o que le advierta que os lo he dado; porque amenaza con el embargo, y todo se descubrirá, que yo lo informe o no.
También hizo como que se desabrochaba mi jubón para devolvérmelo, pero no bien le entregué su sayal apretó á correr otra vez, dejándome con lo puesto, que no es mucho que digamos. ¡Habrá tuno! ¡Y cómo se reía el bigardón! Roger escuchó el relato de aquellas lástimas con toda la seriedad que pudo.
»Proponíame yo aprovechar el primer momento en que estuviese a solas con ella para preguntarle qué era lo que causaba su ensimismamiento, cuando entró José trayéndome una carta que abrí en seguida. El ministro de Negocios Extranjeros me escribía rogándome que pasase a su despacho porque tenía que hablarme. »Apenas leí la carta se la entregué a Magdalena.
No será usted, pues, religiosa, y se casará con Fernando Carvajal, amable y encantador caballero que la hará completamente dichosa. ¡Nunca!... Es inútil tratar de contrariar mis deseos. Será usted quien lo elija y le entregue su mano... Imposible; pensaré siempre en Carlos. ¡Carlos mismo le obligará a que le olvide!
Dile que haga las compras en seguidita, que te entregue los paquetes, y tomas el tren unas horas después. Te doy cinco días para ir y volver. Puso el chileno un rostro grave al escuchar estas órdenes. Debía ser una misión de gran importancia la que le confiaba su patrón, y se sintió orgulloso de que hubiese pensado en él.
¿Está usted bien seguro de que es a mi hija a quien viene usted a prender? Sí, señor, traigo orden de prender a la señorita doña María Elorza. Ruego a usted que me la entregue sin pérdida de tiempo. Aquí está dijo María saliendo del hueco del balcón y avanzando hacia el jefe de los esbirros.
58 Pues cuando vas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. 59 Te digo que no saldrás de allá, hasta que hayas pagado hasta el último centavo.
Palabra del Dia
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