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Actualizado: 19 de junio de 2025


Jacobo... ¡Jamás! ¡Jamás! ¡Prefiero entregarme, que me prendan, que me juzguen, que me maten! Cometer semejante infamia... ¡No! ¡No! Una infamia semejante á la suya... No hará usted más que corresponder, sencillamente... ¡Cuántos escrúpulos, cuando él ha tenido tan pocos! ¡

Es tan buena, que sobre serme fiel, tiene la costumbre de entregarme todos sus pensamientos para que yo los examine. ¡Ojalá pudiera yo entregarle los míos! Y ahora, cuando me traes esos absurdos cuentos, me veo tan por bajo de ella, que no puede ser más. misma me estás castigando con eso de decirme que mi mujer es como , o que en algo puede parecerse a ti.

Un reo de más alto carácter se presenta: el general Alvarado ha sido aprehendido y Facundo lo hace traer a su presencia. Siéntese, general le dice; ¿en cuántos días podrá entregarme 6.000 pesos por su vida? En ninguno, señor; no tengo dinero. ¡Eh!, pero tiene usted amigos que no lo dejarán fusilar.

; reconozco que no estoy del todo mal. El tiempo no me muerde. Un poco más de tocador, he ahí todo. Yo soy de las que mueren de pie, sin sacrificar a la edad nada de su exterior. Antes que entregarme me mataría. Quiero eclipsar a Ninon de Lenclos. Era verdad. Los ocho años no habían marcado su paso por ella.

¡Hombre! exclamó Fuertes como si se alegrara mucho de ello . Pues tanto mejor entonces... a ver, a ver, mi señor don Alejandro: como fiel cristiano que es usted, está obligado a entregarme ese periódico... Venga. Don Alejandro se le entregó siguiendo lo que le parecía broma de su amigo.

Finalmente, en la confluencia en que los dos rios reunidos forman el rio Securi, siempre navegable, me fué preciso abandonar del todo los lugares habitados, y entregarme, casi falto de provisiones, á las contingencias de una navegacion cuyo término y obstáculos no me era dado prever; sobre todo acompañado de gentes inexpertas, que, por no saber guardar solamente el equilibrio, exponian á volcarse á cada paso nuestra débil embarcacion.

¡La vi, Butrón, la he leído!... ¡Qué vergüenza!... ¡Creí morirme!... Decía el buey Apis que el ministro iba a publicarla en los periódicos si yo no aceptaba el cargo. ¡Lloré, supliqué, pidiéndosela en nombre de mi honra, en nombre de mis hijos!... Todo en vano: o aceptaba yo el cargo, o la carta se publicaba... Entonces le ofrecí dinero, y mi hombre empezó a blandearse... Me pidió cinco mil duros; luego tres mil, ¡regateando, Butrón, regateando como un judío!... Por fin se cerró el trato en los tres mil, y anoche, a la una, volvió a entregarme la carta y recibir el pago... Porque, claro está, yo no tenía dinero bastante, tampoco podía pedírselo a Fernandito, y he tenido que empeñar una porción de joyas...

Tiempo sobrado nos quedará después para hablar de eso... y entregarme yo a la Guardia civil para que, atado codo con codo, me lleve a la cárcel, y después me den garrote vil en la plaza de Villavieja. ¡A usted, Leto? A , ; porque, en buena justicia, debió de haberme tragado la mar en cuanto la puse a usted en brazos de Cornias.

Hasta la soledad puede lograrse aquí haciendo un esfuerzo. Como yo estoy aquí por una temporada, no puedo ni debo hacerlo; pero, si yo estuviese de asiento, no hallaría dificultad, sin ofender a nadie, en encerrarme y retraerme durante muchas horas o durante todo el día, a fin de entregarme a mis estudios y meditaciones. Su nueva y más reciente carta de Vd. me ha afligido un poco.

En aquel instante me ocupaba mentalmente en buscar los términos más propios de un arreglo y transacción con aquella gente, y como el ruido no me dejaba pensar, busqué la soledad de aquel lugar recogido y pacífico, donde sin estorbo pudiera entregarme a mis cavilaciones.

Palabra del Dia

vorsado

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