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Actualizado: 9 de mayo de 2025


No hacía ni cinco minutos que había entrado a la choza, pero aquel espacio de tiempo le pareció muy largo, y bien que no sabía que Silas podía estar vivo y volver de un momento a otro, se sintió presa de un temor indefinible al ponerse de pie con los sacos en las manos. Se apresuró a salir, a guarecerse en la obscuridad y pensar en seguida qué haría con las bolsas.

no sabes de lo que soy capaz por hacerte dulce la existencia... ¡Y quieres perderme!... Sonó un choque en la puerta, un roce de cuerpos que se empujaban, una frotación de lucha contra la madera. Tòni había entrado, seguido de Caragòl.

Como él se acostaba bien entrado el día y aquel hombre levantábase mucho antes de amanecer, se habían encontrado varias veces en las calles de Madrid, cerca de los mercados, cuando apenas apuntaba la mañana. Isidro sentía por él irónica admiración. Había llegado tarde al mundo, así como él, en su petulancia juvenil, creía haber nacido demasiado pronto para que le comprendiesen.

Si la escultura representa la eternidad, puede decirse que D. Ramón de Campoamor ha entrado en ella como si no fuera a permanecer más que unos breves instantes. Ha entrado de paso en la eternidad, con unas botas de cartera, y ha dejado al alcance de la mano, para cuando llegue el momento de retirarse, su chistera de mármol y sus guantes del mismo material.

Pero el señor Caro ha leído cuanto es posible leer en treinta años de vida intelectual; su alta inteligencia ha entrado a fondo en la literatura moderna y pocos como él podrían hablar con tal autoridad de lo que en materia de ciencias y letras se ha hecho en el mundo en los últimos cien años.

Vengo á veros para que me saquéis de un apuro dijo don Juan. Tomó el rostro de la vieja la expresión de una innoble reserva, y contestó con voz compungida: ¡Jesús, señor! ¡apuros tenéis apenas entrado en Madrid! ¡y venís á que yo os saque de ellos! ¡si yo supiera quién quería sacarme de los míos! Mi apuro consiste en que, como soy nuevo en la corte, no dónde podré empeñar una rica alhaja.

Blanca era la que había encendido el gas; al hacerlo, dio vuelta y vio a su marido postrado en tierra y a su hija quemada viva en la cuna: retrocedió y dio un grito terrible: el pobre viejo se levantaba al mismo tiempo, y en la puerta que daba al vestíbulo exterior por donde Blanca había penetrado, sorprendía con la vista un hombre joven que había entrado con ella: fue lo primero que vio, quiso lanzarse sobre él, pero el grito de horror de Blanca lo detuvo, y entonces volvió los ojos sobre la cuna de su hija.

Un correo acaba de llegar a todo galope... Por la Puerta de Francia ha entrado... Vendrá a anunciar la llegada de la guardia nacional de Nancy. O quizás un convoy de Metz. Tiene usted razón... Faltan balas de diez y seis... También necesitamos metralla, y, para poder hacerla, vamos a destruir los hornillos.

Hexe-Baizel, al oír semejante proposición no pudo contener un gesto de extrañeza, y dijo: Nadie, desde hace veinte años, ha entrado en la cueva; bien puede él creernos bajo nuestra palabra como nosotros creemos bajo la suya que nos pagará; de modo que no tengo para qué encender la linterna.

No le hago, sin embargo, la injuria de pensar que lo ha hecho solamente para satisfacerme; creo que en su sacrificio ha entrado la amistad en igual proporción que el amor... Pero podéis estar tranquilos; yo me encargo de ese vencimiento... ¿Puedo llamarle? Sería justo decirle algunas palabras de esperanza...

Palabra del Dia

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