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Actualizado: 27 de junio de 2025


Así reconciliadas, entraron luego en el baile unidas de la mano: Magdalena tan pálida y demudada como Antoñita animada y jovial. Todo fue a las mil maravillas al principio. A despecho de la postración y la palidez de Magdalena, la hermosura soberana y la perfecta distinción de la joven hacíanla ser sin disputa reina de la fiesta.

Iba el pueblo detrás, cuando llegó Príamo con él; y Príamo los injuriaba por cobardes, que habían dejado matar a su hijo; y las mujeres lloraban, y los poetas iban cantando, hasta que entraron en la casa. Y lo pusieron en su cama de dormir. Y vino Andrómaca su mujer, y le habló al cadáver. Luego vino su madre Hécuba, y lo llamó hermoso y bueno. Después Helena le habló, y lo llamó cortés y amable.

No llegaban a ciento ochenta, porque más de ciento habían perecido en la batalla. Cargados de riquísimo botín, consolábanse los vivos de la muerte de sus compañeros de armas. Limitado el incendio a la gran cámara, el alcázar dio extraordinarias riquezas a los que, después de Morsamor, le entraron a saco.

Al pasar junto a la Regenta la miró cara a cara, distraído, pensando en su venganza; pero ella sintió aquellos ojos en los suyos como un contacto violento. ¡Eran los celucos! ¡Así miraban los celos! Era una belleza infernal, sin duda, la de aquellos ojos, ¡pero qué fuerte, qué humana! Dejaron ama y criada por fin el boulevard y entraron en la calle del Comercio.

Sorprendía un poco á los que con él se hallaban; pero D. César nunca dió explicación de este proceder, quizá por temor de que lo echasen á broma, quizá también por el desprecio real que sentía hacia los bárbaros. Salieron por fin de casa y entraron en la huerta.

Cuando don Germán y su amigo Gustavo Núñez entraron en su cuarto por la mañana le hallaron paseando de un lado a otro con el periódico en la mano y rechinando los dientes. ¡Claro, esto ya me lo presumía yo! ¿Cómo es posible que Estévanez viera con buenos ojos mi triunfo? ¡Y abrazándome ayer el hipócrita! ¡el canalla!

El cuarto que entonces tenía Segunda en aquella casa era uno de los más altos. Estaba sobre el de Estupiñá. No había llegado Fortunata al segundo, cuando vio bajar a este, y le entraron ganas de saludarle. Puso él una carátula durísima al verla; pero a pesar de esto, la joven sentía ganas de decirle algo.

contenta a Masicas, y yo te dejaré ir, que por gusto a nadie le hago daño. Dime qué pescado le gusta más a tu mujer. Pues el que haya, camarón, que los pobres no escogen: lo que has de hacer es que no vuelva yo con el morral vacío. Pues ponme en la yerba, mete en el charco tu morral abierto, y di: «¡Peces, al morral!» Y tantos peces entraron en el morral que casi se le iba Loppi de las manos.

Si se le decía que los cocineros son más caros y gastan más, respondía: Amigo, el que no sea rico que no coma. Por lo demás, él era socialista, pero en otras materias. Cuando entraron en la cocina los señoritos, Pedro volvió a su continente habitual, al gesto displicente que usaba con las criadas y con los caseros que traían las provisiones desde la aldea, remota a veces.

Sucede á prima noche el desbarate: El pobre caballero está durmiendo. Entrégales la puerta Juan Oñate, Y así de golpe entraron con estruendo. A voces dicen todos ser dislate Que con la vida quede, que viviendo, Habrá de causar mal, pues está cierto El hombre no hablar

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