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Actualizado: 27 de junio de 2025
En cuanto entraron Jacinta y Rafaela vieron a Juanín jugando en el patio. Llamáronle y no quiso venir. Las miraba desde lejos, riendo, con media mano metida dentro de la boca; pero en cuanto le enseñaron el tambor que le traían, como se enseñan al toro, azuzándole, las banderillas que se le han de clavar, vino corriendo como exhalación.
Desnoyers salió de la estación de Orsay en un compartimiento de primera clase. Alababa mentalmente el buen orden con que la autoridad lo había arreglado todo. Cada viajero tenía su asiento. Pero en la estación de Austerlitz una avalancha humana asaltó el tren. Las portezuelas se abrieron como si fuesen á romperse; paquetes y niños entraron por las ventanas lo mismo que proyectiles.
Poco antes había entrado don Paco en la antesala; de suerte que si vio el empujón, vio también los besos que lo habían motivado. ¿Qué había de hacer don Paco? Hizo como sí nada hubiese visto. Y él y don Andrés entraron en la tertulia según costumbre. Al día siguiente ocurrió en Villalegre un caso que sorprendió y dio mucho que hablar.
Cuando entraron al salón artesonado de encina, Godfrey se dejó caer en su sillón, mientras que Nancy, después de haberse quitado su sombrero y su chal, fue a colocarse a su lado junto a la estufa porque no quería separarse de él ni aun algunos minutos. Sin embargo, temía proferir alguna palabra que pudiera rozar los sentimientos de su esposo.
Cárlos con deseo de castigar la insolencia del Almugavar, aplazó el desafío, y quiso asistir y ver la batalla. Salió un Francés con su caballo armado de todas piezas, lanza, espada, y dardo. Apenas entraron en la estacada cuando le mató el caballo, y queriendo hacer lo mismo de su dueño, la voz del Rey le detuvo, y le dió por vencedor y por libre.
Aquella noche, quando me iba á meter en la cama, entráron dos familiares de la inquisicion, acompañados de una ronda bien armada; diéronme un cariñoso abrazo, y me lleváron, sin hablarme palabra, á un calabozo muy fresco, donde habia una esterilla para acostarse, y un soberbio crucifixo.
Sudorosos, contentos ¡«gauchos» ya! regresaron a las casas, en las que entraron casi a media rienda, desoyendo las indicaciones de Melchor, pues querían mostrar a «todo el mundo» que eran capaces de jinetear como el mejor.
Por otra puerta opuesta a la de la sacristía entraron cuatro monjas, se arrodillaron delante del altar mayor y comenzaron a orar en voz alta de un modo extraño, que yo jamás había oído antes.
El domingo de Ramos partimos á otro pueblo que estaba á 4 leguas, y en el camino nos avisaron que nos guardásemos de los de Careiseba; y aunque no teniamos necesidad de bastimento, y con el que habia podíamos pasar adelante, no quisieron dos de nuestros compañeros, y se fueron al pueblo contra nuestro consejo: donde apenas entraron, fueron muertos y comidos de los indios.
Primero pasaron dos criadas repartiendo platos, servilletas y cucharillas de plata; luego entraron otras dos criadas, que traían sendas bandejas llenas de tacillas de cristal con almíbares diferentes. Cada tertuliano fué tomando en su asiento una tacilla del almíbar que más le gustaba.
Palabra del Dia
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