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Actualizado: 12 de junio de 2025
Los cristianos, pues, de la Reducción de San Francisco Xavier, hicieron Misión por dos partes diversas. Algunos Zamalos salieron en busca de unos infieles, que habían hallado los años pasados y los habían dejado de recoger por falta Guarayos, donde fueron bien recibidos; y aunque no se entendían, les hablaron por señas y movieron á algunos á seguirlos y á recibir el santo bautismo.
No fue con mala intención... Las damas, que no entendían palabra y sólo sabían beber y sonreír, se dignaban tomar el brazo de un amigo para dar un paseo misterioso y poético por la última cubierta o por los pasillos de los camarotes, volviendo algo después para aceptar nuevas invitaciones... Le digo que fue una fiesta honrada y distinguida. Ojeda sonrió incrédulamente.
Educado en los prejuicios de la riqueza rural, creía que una persona decente no podía oponerse a la unión con una hembra fea y arisca, siempre que tuviese fortuna. El suegro y la nuera se entendían perfectamente.
También consultaba á éstos para saber si sería feliz, y sobre todo si la amarían mucho, aunque sin decir nunca quién debía amarla. Otras veces preguntaba al trípode, con una ansiedad de celosa, lo que estaría haciendo á aquellas horas un personaje incógnito cuyo nombre no se atrevía á pronunciar, pero que unos meses era moreno y otros meses rubio. Ella y el velador se entendían.
En cambio en las escuelas públicas de aquel pueblo, según los datos oficiales que tenemos á la vista, solo lo entendían 13 niños de los 60 que á ellos asistían, y ninguna niña de las 50 que se calcula concurren á aquellos modestos templos de la lengua ... bicol.
44 Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres. 45 Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendiesen; y temían preguntarle sobre ella. 46 Entonces entraron en disputa, cuál de ellos sería el mayor.
Cuando le parecía llegado el momento oportuno, o porque observase síntomas de cansancio en Pablo o por cualquier otra circunstancia que no está a nuestro alcance, se levantaba del asiento y hacía una seña con la mano a su amigo silbando al mismo tiempo. Y esto porque se entendían mucho mejor con silbidos que con palabras.
Le engañaba; era una mujer. ¡Pero cuál! ¡la suya! ¡la de su alma! ¡Sí, sí, de su alma! Para eso la había querido. Pero las mujeres no entendían esto.... La más pura quería otra cosa». Y pasaban por su memoria mil horrores. La carnaza amontonada de muchos años de confesonario. La conciencia le recordó a Teresina. A Teresina pálida y sonriente que decía, dentro del cerebro: «¿Y tú...?». «
Doña Manuela y Leocadia no entendían bien todo aquello: don José, ya inquieto, golpeaba una copa con el recazo del cuchillo, cual si quisiera que el timbre del cristal ahogara las frases de sus hijos. Pepe no quiso contestar lo que se le ocurrió en respuesta a las últimas palabras de su hermano.
Los dos hombres armados, al oir que se entendían en una lengua que ellos no comprendían, entraron en sospechas. ¿Qué habláis? dijo uno, retrocediendo y preparando el fusil. No tuvo tiempo de hacer nada, porque Martín le dió un garrotazo en el hombro y le hizo tirar el fusil al suelo, Bautista y el extranjero forcejearon con el otro y le quitaron el arma y los cartuchos.
Palabra del Dia
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