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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Un hermoso libro, a veces una sola página escrita con gracia, les daba ensueño para muchos días. Adriana sentía el contraste profundo de esta casa con el ambiente sin espíritu que había, por ejemplo, en la de Charito González o de su tío Ernesto Molina.

Los ojos del pintor se apartaron un momento del dibujo para fijarse con aire de extrañada simpatía en el bello rostro de su amigo. ¡Vamos! ¡Ya! quieres ensayar un segundo estilo... quieres saber si en materia de amor, hay algo más superior, algo que aventaje a eso que en lenguaje de mostrador se llama bisutería. Y bien, ¿qué te falta para realizar tan poético ensueño? Una mujer. Exactamente.

Hay un viejo militar invalidado la primera vez que entró en campaña; él quizá tenía una visión homérica de la vida, soñaba con el laurel del héroe, con el botín y la aventura, y todo su ensueño fracasó en el momento inicial por la crueldad de una bala perdida que le negó el triunfo de una bella muerte y le condenó a arrastrar una hórrida y grotesca pata de palo, cuyo seco y monorrítmico golpear es un irónico estribillo a la galana bizarría de su ideal truncado.

Diríase el espíritu del abismo meditando sus secretos; el alma que llega ó la que algún día debe vivir. ¿O acaso debemos ver en ello el melancólico ensueño de un destino imposible que nunca ha de alcanzar el término apetecido? ¿O el llamamiento á la dicha de amor, único consuelo que en este mundo nos queda?

Algunos, a la hora en que sus madres, vistiendo zagalejos de roja bayeta, daban de comer a las gallinas en sus corrales de Extremadura y Andalucía, se casaban, lo mismo que los caballeros andantes, con grandes princesas de tez pálida y ojos oblicuos, criaturas de enigma y ensueño que llevaban sobre la frente la borla multicolor de la autoridad y en el pecho áureas placas con sagrados jeroglíficos.

¿Pero los cuatro jinetes? preguntó Desnoyers. Los cuatro jinetes precedían la aparición del monstruo en el ensueño de Juan. Los siete sellos del libro del misterio eran rotos por el cordero en presencia del gran trono donde estaba sentado alguien que parecía de jaspe. El arco iris formaba en torno de su cabeza un dosel de esmeralda.

Alma, escuda con la malla milagrosa de la rima el dolor y el desaliento que florecen en tu sima cuando evoca la tristeza la visión de la contienda, y fecundo rompa el brote vigoroso del ensueño con la gloria fulgurante del audaz y heroico empeño 5 y el fugaz deslumbramiento de la trágica leyenda.

Tampoco despertaba á sus camaradas durante la noche con los monólogos de un ensueño violento. Transcurrió un mes sin que regresase el viejo. Rosalindo no se alarmó por esta tardanza.

Las imágenes eran sonrientes, charoladas y bonitas, como si hubiesen salido de un escaparate de confitería. Los segmentos de la cúpula estaban ocupados por grandes escudos de las naciones donde la Orden ignaciana había adquirido más arraigo; las provincias de la Compañía, como ella las llamaba en su ensueño de dominación universal.

Luego su existencia había transcurrido como entre las nieblas de un ensueño. Recordaba que abandonó espontáneamente Marchamalo, para refugiarse en el arrabal, en la casucha de una parienta de su mujer.

Palabra del Dia

hociquea

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