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Actualizado: 5 de mayo de 2025


El anteojo cayó de las manos del fraile; se golpeó la frente, tuvo un momento de recogimiento, se secó el rostro inundado de sudor, hizo un esfuerzo sobre mismo como para tomar una resolución atrevida, y dirigiéndose al comandante de la tartana, que parecía aún absorto en su amoroso ensueño, exclamó: ¡Réprobo... renegado... condenado... apóstata, excomulgado... hijo de Satanás... brazo derecho de Belcebú!...

Ya no podía concebir el resto de su vida sin el amor y la total posesión de la doncella. ¿Para qué soñar, ambicionar, afanarse, si no lograba la caricia que acababa de escapar a su ansia? ¿Qué era el mundo y sus loores sin aquella victoria? ¿Cómo soportar que otro hombre?... Su ensueño amoroso oscilaba entre el arrobamiento y las fiebres impuras.

La lógica llana y vulgar del viejo había desvanecido su ensueño. Aquel hombre, había sido el Sancho rústico y malicioso que aconsejaba a su quijotesco padre, y ahora seguía su misión cerca del hijo. Recordaba de un golpe toda la historia de Leonora, las francas confidencias de su época de pura amistad, cuando se lo contaba todo para impedir que la siguiese deseando.

Pocos escritos me han encantado más, como divino ensueño poético, que las últimas áureas páginas del libro de Baltasar Castiglione, titulado El Cortesano.

Estos seres frágiles, que parecían pertenecer á una fauna de ensueño, blancos como el cristal de roca, con suaves bordes de color de rosa ó violeta, eran urticantes lo mismo que las ortigas y se defendían con un contacto de llama.

Después del amanecer subió á la última cubierta, paseando cerca del puente de mando para poder hablar con alguno de los oficiales. Encontró á uno que no se parecía en nada al que había visto durante su ensueño, ocupando juntos el mismo bote cuando abandonaron el buque próximo á hundirse.

El americano, después de tanto soñar, sentía hambre, un hambre sólo comparable á la que había sufrido cerca del puerto de la Ciudad-Paraíso de las Mujeres mientras esperaba inútilmente el envío de víveres prometido por la enamorada Flimnap. Pero la evocación de esta parte material de su ensueño sirvió para resucitar en su memoria la imagen de la dulce Popito y la escena de su muerte.

Esos pueblos que, cada uno á su turno, suben y van en peregrinación hacia la dicha y la luz, dan á raudales lo más sustancioso de ellos mismos, su propia vida, el desconocido azar. Aman, y sin embargo nunca conocerán al ser amado do se encarnara su ensueño, su deseo. Paren sin serles dada la felicidad de renacer que se encuentra en su posteridad.

Lo rápido, lo fugitivo de la impresión, me induce a conjeturar que no ha tenido nunca realidad extrínseca; que ha sido ensueño mío. La calma del cielo, el frío de la indiferencia amorosa, si bien templado por la dulzura de la amistad y de la caridad, es lo que descubro siempre en los ojos de Pepita. Me atormenta, no obstante, este ensueño, esta alucinación de la mirada extraña y ardiente.

La rápida luz de los relámpagos mostraba instantáneamente, como una visión de ensueño, el mar negruzco con hirvientes espumas, los campos encharcados, que parecían llenos de peces de fuego, los árboles brillantes bajo su capa acuosa.

Palabra del Dia

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