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Actualizado: 14 de julio de 2025
Alcázar sombrío de la historia de un gran pueblo, esa torro es un recuerdo permanente que después de ocho siglos de peripecias sangrientas hace comprender, con la pasmosa elocuencia del granito histórico y ennegrecido por el tiempo, cuan horrible es á veces la justicia de los reyes, y cuan vanas son siempre las promesas de la ambicion y la fortuna.
El bravo Corací al Espeluca, Con ánimo bestial encrudecido, Le tiene á mal traer, y á la boruca, El suelo su tropel ha ennegrecido. Con fuerza con la pica le trabuca, El cristiano con maña, guarecido Se tuvo, porque estando de rodillas A Corací ha herido en las megillas.
Lejos, muy lejos de él estaba cuanto podía recordarle tiempos pasados, y como tales más dichosos; el hogar ennegrecido por el humo de los troncos a cuya sombra jugueteó de pequeñuelo; la fuente donde las mozas, entretenidas en mirarle, dejaban rebosar en sus cántaros el agua; y en un altillo del cementerio, con su cruz de piedra que dora cada tarde el último rayo de la luz solar, la tumba de su madre.
El temperamento sombrío, extravagante, fanático de los Gayoso se ha ido exaltando en él poco a poco con el roer incesante del remordimiento; ha trastornado su imaginación, ha enervado su escasa actividad y ennegrecido su existencia. Le molestan los hombres. En todas las miradas piensa ver hostilidad; en las frases más inocentes, alguna aviesa intención que hace hervir su sangre de coraje.
La muchacha intentó detenerse. ¿Adónde iban por allí? Pero Isidro la empujó con dulzura. Echa para adelante; vienes conmigo, que te respeto y soy un caballero. No vamos a pasearnos por una calle donde tantos nos conocen: nos sería imposible hablar. Siguieron un camino entre los sembrados, ennegrecido por la carbonilla de una fábrica cercana. Feli continuó el joven , era preciso que hablásemos.
Luego, pareciéndome de perlas el incidente de la chimenea, hice que Alejo mudara á la casa de enfrente, y que una noche se deslizara muy callandito por el interior del ennegrecido tubo, apareciéndose á la dama cuando ésta se percataba menos.
El resto estaba ennegrecido por la suciedad. Cada arruga era un surco fangoso; el cuero cabelludo mostraba las púas blancas del rapado por entre las escamas de la caspa endurecida. Coleta saludó al del fielato y fijó después sus ojos en Maltrana. ¿No eres tú Isidro, el nieto de la Mariposa... uno que es señor en Madriz y escribe en los papeles?...
Quiero ser su providencia y su amparo más allá de la muerte, sin que mi nombre caiga de su corazón, ennegrecido por la sombra de mis culpas.... Para ella quiero ser siempre bueno... ¡siempre! Quedóse el de Luzmela ensimismado; ardía en sus ojos la luz de la esperanza con radiante expresión.
Y cuando Magdalena, eficazmente ayudada por el juez y por nuestro hibernés, pasajero de cubierta, puso la mesa con toda la loza disponible, ya habíamos recobrado todos nuestro buen humor, a pesar de la lluvia que batía las ventanas, del viento que bajaba a bocanadas por la chimenea, de las dos señoras que cuchicheaban entre sí, en un rincón, y de la urraca que desde su ennegrecido vasar subrayaba con satíricos graznidos su entretenido diálogo.
¡Ya saliste con tu eterno tema! le interrumpió Ricardo. ¡Eterno!... Así continuará mientras tenga amigos muy queridos que siendo sanos se crean enfermos, y siendo felices se consideren desgraciados. «Todo es según el color del cristal con que se mira» le respondió Ricardo. Y entonces, ¿por qué tomar un cristal ennegrecido cuando disponemos de cristales rosados? Tú, dispones.
Palabra del Dia
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