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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Calla, calla... En asunto tan delicado, toda palabra que no traiga la certidumbre, es palabra ociosa y cruel, que no calma, sino que enloquece... Dios mío, dame la muerte o la verdad. DOROTEA. Sosiégate... Todas las confusiones que al venir aquí me atormentaron, ahora renacen... Ángeles y demonios se atropellan en mi pensamiento... Déjame... Quiero huir de misma.

Será esta una lucha que durará mientras vivamos; hay en vos, Dorotea, una fuerza tal para conmigo, que me siento arrastrado; vuestro amor es un amor tal que me enloquece; os miro, y paréceme que no sois una criatura mortal; para una fría despedida yo no hubiera venido, os lo aseguro, y os aseguro también, que si no alcanzo completamente vuestro amor, vuestra confianza, vuestra alegría, vuestra posesión... mirad, Dorotea, estoy embriagado, loco; no me desesperéis hasta el punto de que ponga á prueba vuestro amor.

La idea de profanar el santuario te incita, te enloquece, y de pronto tomándola en los brazos, la cubres de besos insensatos. ¿Y ella? La imagen del amor irradia sobre el Pecado, la virtud cae como un vestido que se desciñe, ¡y aquellos ojos divinos se entornan ahora como alucinados por la explosión de una gran claridad! Julio calló. No se puede negar que tienes imaginación, murmuró su amigo.

28 Mirad, yo me detendré en los campos del desierto, hasta que venga respuesta de vosotros que me aviso. 29 Entonces Sadoc y Abiatar volvieron el arca de Dios a Jerusalén; y se estuvieron allá. 31 Y dieron aviso a David, diciendo: Ahitofel [también está] con los que conspiraron con Absalón. Entonces dijo David: Enloquece ahora, oh SE

Y sintiendo en su interior la ciega bravura del mercader moro que sufre toda clase de ofensas, pero enloquece de furor cuando le tocan su propiedad, Barret entró corriendo en su barraca, agarró la vieja escopeta que tenía siempre cargada detrás de la puerta, y echándosela á la cara plantóse bajo el emparrado, dispuesto á meterle dos balas al primero de aquellos bandidos de la ley que pusiera el pie en sus campos.

Hermano Mohamad respondió sosegadamente Ben-Farding , no te ahumes ni montes tan pronto en cólera: éste es el poder de la hermosura que arrebata hasta a los mismos seres subterráneos como yo, y enloquece a la misma locura; vista perspicaz de neblí has tenido para divisar y coger tan presto presa tan deliciosa, hermano Mohamad. ¡Es tan tierna!

Creo que ni en el Cielo hay un ángel que pueda serle comparado. ¡Oh, tutor, padre mio! La quiero con toda mi alma. Escribo con esta incoherencia porque expreso las ideas tal y como se me agolpan a la mente. De sobra comprenderá usted que este amor me enloquece. «Confíemela, querido tutor. No nos separaremos de su lado para que pueda usted ser nuestro guía.

Pero si el bueno puede caer en la tentación del mal, su misma bondad de ella le obliga a apartarse avergonzado; que si bien la fuerza del amor puede enloquecer a las mujeres, y en efecto, con suma frecuencia las enloquece, nunca el crimen cometido deja de volver sobre la conciencia, y morderla y despedazarla, haciendo imposible toda felicidad y contento, que si Cervantes pensaba que en algunas horas no podía Margarita haberse empeñado por él en un amor tal, que por él la vida se le hiciese odiosa, pensaba también que no hacía mucho más tiempo que sus amores con doña Guiomar duraban, y atendiendo a la realidad, ningún empeño de honra con doña Guiomar tenía, en tanto que en la mayor deuda de honra en que un hombre puede hallarse con una mujer, lo estaba por Margarita.

Todo me lo revuelven, todo me lo ensucian. El alboroto de sus pataditas, de sus risotadas, de sus berrinches, me enloquece. Luego, el temor de que se caigan, de que les arañen los gatos, de que se mojen, de que se descalabren. MÁXIMO. Yo prefiero que me mande usted una cocinera... EVARISTA. Irá la Enriquetilla. Encárgate, Urbano; no se nos olvide. MÁXIMO. Bueno. EVARISTA. Aguarda.

No me extraviéis, no me respondáis. No será muy grande su hermosura, si no enloquece al grande hombre. Los negocios no son para las mujeres: para las mujeres las delicadezas de la vida, la buena casa, la buena mesa, las joyas, las galas, las sedas, las pieles... y el amor. Los cuidados graves, deben quedar para los hombres. Decís bien, cuando los hombres no son torpes.

Palabra del Dia

ciencuenta

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