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Actualizado: 27 de septiembre de 2025


De repente avanzó hacia la calle del Sordo, mirando, no sin disimulo, a tres individuos que acababan de salir del Congreso. Uno de ellos se distinguía por su gabán claro. «¿Al fin nos vamos? preguntó D. José con alegría. No se enfade usted conmigo, padrinito dijo Isidora mirándole . Le quiero a usted mucho». Avanzaban por la calle del Turco.

Y Juan, no atreviéndose a nombrar a su tío, dejó de proponer soluciones. Lo del huerto no lo consiento.... Pero no llore usted, mamá.... No llore.... ¡Qué demonio! Para todo hay remedio en este mundo. ¡Si no se gastase tanto en esta casa...! No se enfade usted, mamá.

Después vinieron la contradicción y la duda. Esto que hoy se llama público y que en lo antiguo con vocablo menos respetuoso se llamaba vulgo, ¿no es tirano también? ¿No es menester adularle si queremos ganar su voluntad? ¿No conviene decirle las cosas que le deleitan para tenerle propicio? ¿No se necesita callar las verdades más sanas para que no se enfade?

Pero vamos a ver, ¿usted qué se ha llegado a figurar, que estamos aquí entre salvajes y que cada cual puede hacer lo que le da la gana, y que no hay ley, ni religión, ni nada? Pues estaríamos lucidos con esas ideítas, señor... No extrañe usted que me enfade un poco, y dispense». Fortunata estaba como si le hubieran vaciado sobre el cráneo una cesta de piedras.

D. Benigno anduvo algunos pasos, y deteniéndose luego, habló así entre turbado y festivo: Pues bien, hija de mi corazón, yo tengo ahora un antojo que quizás usted lleva a mal; a me ha entrado un capricho, una manía.... Qué quiere usted... siento decírselo... quizás se enfade. ¿Qué? Pues es que... que ahora me tocan a los mimos... y, en una palabra, que ya no quiero casarme con usted.

Cada uno revestido con sus mejores ropas, como si el smoking fuese la casulla del culto del estómago; cerveza fresca como el hielo, música gratis a cada instante, y una adorable sociedad: una sociedad condenada a vivir junta, así se enfade o esté alegre, a mostrarse cada uno con su verdadera fisonomía, pues no hay comediante que sostenga sus fingimientos en una representación tan larga y continua... Y nadie puede huir; y nadie está obligado a pensar ni a hacer nada; y todos nos ofrecemos en espectáculo tales como somos.

Y gracias á ello te tengo ahora chalaíto y pringoso que no hay por dónde cogerte, más humildito y manso que un cordero de Dios... Porque ahí donde ustedes le ven añadió volviéndose á los circunstantes, ahí donde ustedes le ven tan guasoncillo y soberbio, ahora es una malva en casa y en cuantito yo doy una voz ya le tengo de rodillas pidiéndome que no me enfade. Y too esto ¿á qué se debe?

No se enfade, señorita; esto es obra de un instante; pero, eso , tiene que quitárselo. Ya lo estás oyendo, Amaury; tienes que dejarnos solas. No quiero presentarme con este pliegue que me afea horriblemente. ¿Y prefieres que te deje, Magdalena? En fin, hágase tu voluntad. Ya te obedezco: no quiero que se me acuse de un crimen de lesa belleza.

Conocíalo el labriego, y antes que echase la casa por la ventana, si bien allí no había casa ni ventana: No se enfade vuestra merced, señor portugués le dijo, que yo siempre seré vasallo de quien mande; sabido es que yo y los míos nunca descomponemos partido. ¿Pero quién es mi rey en esta tierra? Eu senhor Carlos V.

Y mansamente, como quien no quiere saber nada, me ha preguntado por mi amigo; y yo, ¡figúrese!... le he dicho que era usted un gran poeta, un notable personaje; he hablado de su familia, de su gran fortuna, de que va a América por el solo gusto de pasear, y de las muchas señoras que se deja en Madrid muertas de pena... Fernando hizo un movimiento de protesta. No se enfade, Ojeda; no se queje.

Palabra del Dia

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