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Actualizado: 22 de julio de 2025


Es usted demasiado modesto... No es por adularle, pero tratándose de celo, yo creo que es usted tan celoso como el primero, ¿verdad, doña Serafina? Un gruñido de todo punto extraño se escapó en aquel momento de la garganta de Consejero, al cual siguió inmediatamente un violento golpe de tos que le dejó sin respiración por algunos segundos.

¿Sabe usted lo que ahora me viene a la memoria? dijo Tomasa . Pues me acuerdo de otra vez que nos vimos aquí mismo, en este jardín, hace una friolera de años: lo menos cuarenta y ocho o cincuenta. Yo estaba con mi pobre hermana mayor, que acababa de casarse con Luna el jardinero. Por el claustro andaba rondándome el que luego fue mi marido. Vi entrar en el cenador un hermoso soldadote, un sargento, con gran ruido de espuelas, el chafarote al brazo y un casco con rabo, como el de los judíos del Monumento. Era usted, don Sebastián, que había venido a Toledo para ver a su tío el beneficiado, y no quería marcharse sin visitar a su amiga Tomasita. ¡Y qué guapo estaba usted! Es la verdad; no lo digo por adularle. ¡Tenía usted un aire de pillo para las muchachas! Hasta recuerdo que me dijo algo sobre lo hermosa y fresca que me encontraba después de los años de ausencia. A usted no le sienta mal que recuerde esto, ¿verdad? Eran chicoleos de soldado. ¡Tantos diría entonces! Cuando se fue usted, dijo mi cuñado: «

Por lo menos se creeria que pensaba adularle, y soy muy avaro de mi pobreza. Un amigo á quien he leido estos apuntes, me dice: ¿Si Salamanca enviase á usted diez mil duros, usted qué haria? Devolvérselos. Hemos sido invitados para concurrir á una tertulia de alto copete, que tiene lugar en la calle Vivienne. Mi mujer ha dicho que no; yo he dicho que . Esta vez espero triunfar.

Pues aquí, donde usted me ve añadió acentuando la sonrisa, que ya picaba en maliciosa , me atrevo a creerme algo poeta y un poco artista... a mi modo, por supuesto. Enhorabuena repliqué ; y sin adularle, no hay en la noticia el menor motivo para que yo me maraville; pero ¿en qué se opone ella a lo que yo digo?

Entre tanto, la comisión representativa que había concertado hablarle aquella tarde sobre el asunto del vino, iba subiendo lentamente la magnífica escalera, deteniéndose á cada cuatro ó cinco peldaños para conferenciar sobre el modo de abordar la cuestión á fin de que tuviese mejor éxito, y se oían cosas por el estilo: Conviene pasarle la mano por el lomo, adularle y á cada tres palabras llamarle Reverencia.

Después vinieron la contradicción y la duda. Esto que hoy se llama público y que en lo antiguo con vocablo menos respetuoso se llamaba vulgo, ¿no es tirano también? ¿No es menester adularle si queremos ganar su voluntad? ¿No conviene decirle las cosas que le deleitan para tenerle propicio? ¿No se necesita callar las verdades más sanas para que no se enfade?

Palabra del Dia

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