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Actualizado: 2 de julio de 2025


Siempre acaban por someterse con cierto agradecimiento al hombre enérgico que las impresionaEste fué su primer instante dichoso después de varios días. Volvió á ser aquel príncipe Lubimoff que había impuesto casi siempre su voluntad, atropellando los obstáculos, unas veces con su dinero, las más con un orgullo imperioso.

Los codos de los unos, por secreto y fatal impulso, iban derechos a los ojos de los otros. El sujeto pasivo de tales caricias llevaba inmediatamente la mano al lugar del contacto, y solía exclamar ásperamente: «¡Bárbaro! ¡Ya podía usted...!» Pero un enérgico chiis chiis de la muchedumbre le obligaba a matar en flor su discurso. Y volvía a imperar el silencio.

Cuando recuerdo que mordí su mano, que posé mis labios sobre la carne del malvado, me parece haber sufrido el contacto asqueroso de una serpiente. Pero vos ¡cuán animoso y enérgico ante tan temible enemigo! Si yo fuera hombre me enorgullecería de actos como ese.

Ante los obstáculos se duplicaba; ante los imposibles, no cedía. Enérgico, rápido, tenaz. Si nublado, se alzaba; si torrente, se sumergía. Para él era pira la existencia, átomo el universo, minutos las edades. Limpiaba, talaba, esclarecía. Hacía surgir proclamas de los muertos, lanzas de las tumbas, auroras de los antros, escuadrones de las piedras.

Mucho hay de eso dijo Ojeda con exaltación pero yo admiro al Almirante, fuese de donde fuese y tuviera la sangre que tuviera, como un soñador enérgico, que no descansó hasta levantar una punta del misterio que envolvía al mundo. Admiro en él sus errores estupendos y las teorías bizarras que por caminos tortuosos le llevaron hasta la verdad.

Su espíritu era, sin embargo, demasiado sólido y enérgico para contentarse con seguir el impulso de esas impresiones, y dejarse arrastrar por su corriente; hubo de reflexionar sobre la senda que debiera seguir, y proponerse, no sólo conquistar en la dramática un puesto distinguido y propio, sino también llevarla, en lo posible, á su término y á su perfección.

Quiso interrumpir a Leticia sin acabar de comprenderla todavía; pero Leticia le contuvo con un ademán enérgico y estas nuevas palabras: ¡Usted, repito, con todas esas ventajas, llorar como una desventura el recelo de que se le malogren unos intentos como los que le preocupan!

Ella, que había reído otras veces de esta musiquilla artificial y refinada, sintió que las lágrimas se agolpaban ahora en sus ojos. ¡No poder amar á nadie! murmuró . ¡Vagar sola por el mundo!... ¡Tan hermoso que es el amor! Adivinó lo que iba á decir Ferragut, sus protestas de eterna pasión, sus ofrecimientos de unir su vida á la de ella para siempre, y cortó sus palabras con un gesto enérgico.

Decididamente, te haces más práctico que yo; tienes el espíritu más comercial, es evidente; estás en el movimiento, y, además, es conveniente que las antiguas casas sean renovadas; eres joven, activo, enérgico, y he pensado, con frecuencia, que podías sustituirme... ¡No protestes!

No tardaron en hallarse congregados los arqueros, á quienes el barón, con voz firme y ademán enérgico, dirigió la palabra en estos términos: Me dicen, arqueros, que os habéis aficionado á esta regalada vida que aquí lleváis, hasta el punto de no querer salir de Auvernia.

Palabra del Dia

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